Gastronomía compleja

El anquilosamiento vital podría parecer ser la causa y origen de muchos de los males que nos asolan, ¿no creen?

últimamente despuntan programas en televisión que, de forma amena y con bastante parafernalia, pretenden difundir y reconocer el valor de la gastronomía, entendida ésta como el arte de hacer buena comida, y disfrutarla después comiéndola, si es posible.

Más allá de sus brochetazos faranduleros, existe de momento en esos denominados talent shows un encanto particular que parece digno de alabar, y que agradecen no solo los practicantes del arte culinario, sino también los ajenos a dicho mundillo. Puede verse en sus participantes una muestra patente de ilusión, de pasión, toda una verdad en sus gestos y palabras que resultan ser objetos imposibles de falsificar. Trabajan para los demás, dando lo mejor de sí mismos y abiertos a la sapiencia. Admirable.

Cuando sus protagonistas son niños, esas cualidades se elevan a la máxima potencia. Esta última afirmación no es baladí, y tiene explicación científica. La capacidad de aprendizaje, la facilidad para adquirir nuevos conocimientos, es mayor cuanto menor es la edad de la persona, debido a la plasticidad neuronal de nuestro cerebro. Cada nuevo conocimiento que entra en él modifica su estructura neuronal, pero cuanto mayor es la información que se almacena, menor es esa plasticidad y adaptación del sujeto, menor su capacidad de aprendizaje. Y es que con la edad perdemos creatividad y espontaneidad, nos volvemos menos proclives al cambio y tendemos a ser más conservadores, cercenando nuestra propia evolución, predisposición e inteligencia.

El anquilosamiento vital podría parecer ser la causa y origen de muchos de los males que nos asolan, ¿no creen? Pensemos en aquél que esta semana ha copado nuestras vidas informativas y preocupa -sin preocupar- a la inmensa mayoría de la sociedad: la corrupción. De la Gurtel al caso Noos. El gran mal que esperamos no dure cien años. Un condimento corrosivo que agría y adultera todos los platos, que aniquila e inmoviliza el correcto y esperado proceder de la cocción humana. La adormidera que inocula la capacidad de ver el sufrimiento de muchos, u ofrecer solución a sus problemas, tal vez porque los intereses de sus pinches solidifican su cerebro a base de nitrógeno líquido.

Dicen que un gastrónomo con el paso del tiempo se hace cada vez más simple, siendo en la simplicidad donde está la alta gastronomía. Por ende, la cocina de la corrupción es pueril y compleja. Pestilente.

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