Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Génova

LOS periodos precongresuales son esas etapas ásperas en la que los diferentes sectores de los partidos rompen su silencio monacal, se despojan de las máscaras y tratan de hundir a la candidatura contraria. Pero pocas veces se había suscitado un odio fratricida tan intenso como el promovido en torno a Rajoy. Lo ocurrido ayer por la mañana ante la sede de Génova es desmesurado, pero perfila el talante del sector que, durante cuatro años, ha campado a sus anchas en el partido y ahora no se resigna a pasar a un segundo plano.

La ofensiva contra el candidato Rajoy es digna de estudio. Rajoy está compitiendo por la presidencia con un contrincante poderoso pero acéfalo. Esa aparente invisibilidad del rival tiene inconvenientes. Rajoy no puede personificar en nadie el contraataque y, por tanto, pese a la contundencia de las acometidas, se enfrenta a un enemigo imposible de cuantificar pero que adopta muchos rostros, sin que ninguna sea el definitivo: Aznar, Acebes, Zaplana, Mayor Oreja, María San Gil, Ortega Lara, etcétera. No pasa un día sin que aparezca un nuevo disidente que, durante unas horas, se transforma en el portavoz del movedizo grupo de competidores. Pero no dura. La dificultad de fijar al rival imposibilita a Rajoy dar una respuesta personal y el espectador tiene la sensación de que el candidato se enfrenta a sí mismo, a su mala conciencia o al espíritu auténtico del partido que se manifiesta a través de lo más gloriosos médiums de la derecha.

Esta singular lucha precongresual tiene, sin embargo, un objetivo bastante ruin: desgastar al candidato y que llegue al congreso de junio aterrorizado. O se suicide por el camino. ¿Cuáles son las imputaciones que han hecho a Rajoy sus adversarios? Echemos un vistazo a las hemerotecas. ¿Alguien es capaz de decir sin titubear ni echar mano a filosofías por qué se ha ido San Gil, qué ha inducido a Ortega Lara a utilizar su prestigio de víctima contra Rajoy o qué significan las enigmáticas declaraciones de Aznar? Son reproches turbios, de una ambigüedad deliberada. Es más, a estas alturas aún no sabemos si la transformación que ha puesto en marcha Rajoy es ideológica o de poder. ¿Qué hay en juego en el PP?

No es un disparate pensar que Rajoy está siendo víctima de una versión refleja de su teoría de la conspiración comandada por quienes articularon la del 11-M y convirtieron la lacra del terrorismo en una estridente baza electoral. No es casualidad que las disensiones principales hayan provenido de personas que, para la derecha, son símbolos de una estrategia que no ha dudado en utilizar el terrorismo para fines partidistas pero que ahora está agotada.

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