Torre de los espejos

Juan José Ceba

Gratitud

NUESTRO querido Pedro María Fernández Ortega, sacerdote e historiador albojense, saltando por encima de las trabas de una terca enfermedad -que no puede con él- ha dado el fruto nuevo de un librico, al que ha llamado La Virgen del Saliente y el Dragón. 1936-1939.

Obra que viene a saldar una lejana deuda, a ser un agradecimiento profundo y, a descubrir los detalles de cómo la delicada talla barroca de la Virgen del Saliente, fue puesta a salvo, en los primeros días de la guerra civil, guardada y protegida, hasta el final de la contienda, mientras un clima de pasiones ingobernables, destrucción y muerte, castigaban las tierras de España. Desde las palabras iniciales de la dedicatoria, el escritor sitúa, unidos, en la amistad y el reconocimiento, al sacerdote Antonio Cuesta y al secretario local del PSOE albojense, Joaquín Sánchez Soto, conocido como Luís el de la Vega, setenta años después de la recuperación de la imagen, gracias a la intervención de ambos.

Es una hermosa historia de respeto y confianza mutuas, que se mantienen en el tiempo, desde el aval que el joven socialista escribe -al comienzo de la guerra- sobre el alto concepto que el cura le merecía, antes de refugiarse en la cortijada de Cerricos; hasta la carta estremecida, enviada por el religioso, en 1940, a la prisión donde se encontraba el líder socialista, expresando el mucho bien que le había hecho y cómo, aún a riesgo de su propia vida, Luís el de la Vega, accedió a bajar la imagen a Albox, a esconderla, protegerla y salvarla de toda acción violenta. Aquella carta fue la clave para el indulto de quien estaba condenado a veinte años.

No voy a desvelar los detalles que contienen los documentos y las páginas de la historia, recuperada en una prosa clara y magnífica por Pedro María, quien en libro tan excelente, como necesario, se hace acompañar de otros dos sacerdotes enraizados en Albox: Bartolomé Marín, que ha hecho un dibujo de fuerza borrascosa para la portada; y Arturo Gallego, deán de la catedral, y nieto del prodigioso escultor "El Currillo", a quien en la presentación le fluye la memoria de sus años de infancia. Y en el recuerdo, su hermano Alfredo, quien fue reuniendo testimonios de aquel enfrentamiento de odios.

En la obra encuentro el aliento vivo de Antonio Fernández Ortega, con quien el autor escribió una bibliografía esencial del Saliente. Quizás valga la pena, para una honda reconciliación, recuperar historias como estas que ilumina hoy Pedro María, donde el hermanamiento y el calor de la ética pueden más que todas las guerras y las devastadoras fuerzas de la aniquilación.

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