Higiene ausente

Da la sensación de que ciertos usuarios y ciertas usuarias se den repelús a sí mismos y a la natural eliminación de sus licuados

Mi abuela, supongo que al igual que tantas otras coetáneas, usaba un lenguaje que la hacía parecer descendiente directa por parte cervantina del verboso Sancho Panza. No le faltaba un refrán con que sentenciar cualquier acontecimiento, ya fuese trivial o trascendental, y uno de los más recurridos solía ser el de "no hay marrano que no sea asqueroso", lo cual puede traducirse por no hay persona que vaya dejando porquería y descuido a su paso que luego no tuerza el gesto si tiene que sentarse en un banco del parque porque tiene polvo o porque vete tú a saber quién se ha sentado ahí antes. Asiento, trono, si se siente uno irreverente, ese es el lugar elegido, la zona cero donde se refleja con mejor precisión el sentido del citado refrán. Y en este caso no me refiero a un asiento al aire libre sino al ubicado en los aseos compartidos de algún establecimiento, un espacio en el que demasiadas veces se encogen los esfínteres viendo el panorama desolador que presentan. ¿¡Cómo se puede ser tan gorrino/gorrina!? Da la sensación de que ciertos usuarios y ciertas usuarias se den repelús a sí mismos y a la natural eliminación de sus licuados y en vez de hacer sus cosas con calma y cuidado las hagan en posición salida de carrera sin meditar lo más mínimo en el carácter público del lugar que en ese momento usan. Por ponerme imaginativa se me ocurre pensar en una buena moza que haya pasado cuarenta y cinco minutos de restauración facial, más otra media hora de la propia capilar, más otro tanto en la elección de la indumentaria, que salga hecha un pimpollo de casa con la intención de pasar una buena tarde o una buena noche de festejo y que después de un rato necesite hacer uso del urinario de turno. Se me ocurre pensar en un buen mozo, peleándose veinte minutos con el tupé, mirándose al espejo mientras se echa un baile y diciéndose a sí mismo al más puro estilo Raphael "esta es mi noche", viéndolo salir con los colegas para en un tiempo sentir la llamada de la madre naturaleza. Y cada cual por su cuenta, con tanto cuidado como ponen en su aspecto y en el baño de perfume que gastan, haciendo de ese aseo, como pioneros o como continuadores de la obra, un lugar al que dan ganas de precintar por riesgo para la salud pública. Puesta a ocurrencias grotescas pienso que si un visitante alienígena usara un aseo público diría que los humanos tenemos más de cerdícolas que de terrícolas.

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