LO más significativo del discurso de re-investidura de Manuel Chaves como presidente de la Junta se había escrito hace meses: el programa electoral socialista. En realidad, el discurso de ayer consistió en leer el programa y ponerle fecha a algunos de sus compromisos, además de hacer un ofertón de pactos a todo lo que se menea (partidos de la oposición, sindicatos y empresarios, ayuntamientos, Gobierno de la nación...). La oposición se declaró decepcionada, pero yo creo que ya lo estaba antes de escucharle. Su decepción cabe considerarla preventiva. Va de suyo.

Salvo alguna incursión autocrítica en materia de Educación, Justicia y Urbanismo, toda la sesión estuvo atravesada por la sensación del dejà vu (o dejà ecouté, como prefieran ustedes). Pactos y consensos por un tubo: para desarrollar el Estatuto aprobado el año pasado sin pena ni gloria, para sacar adelante la mejora imprescindible de la Justicia, para afrontar la desaceleración de la economía, para dejar el problema del agua al margen de la confrontación política, para defender un sistema de financiación autonómica que no perjudique a Andalucía, para reajustar las relaciones con los municipios y sus competencias. Incluso ofreció negociar los criterios sobre la deuda histórica, cuando ya el consejero Griñán ha enviado los suyos al Gobierno hace tiempo.

En el capítulo de las promesas hubo, como digo, fijación de plazos -lo que ya es un pasito adelante- para el Plan de Vivienda de la legislatura, la ley que va a garantizar a los andaluces una casa en propiedad o alquiler y para numerosas infraestructuras cuya necesidad ha ido muy por delante de su ejecución. También puso fecha el candidato a presidente a las rebajas fiscales obligadas por la recesión. Los suyos estuvieron tibios ante una intervención de dicción más fallida de lo normal: no hubo más que tímidos aplausos cuando Chaves se refirió al agua, la igualdad mujer-hombre en las empresas y el acceso a la vivienda. Chaves se atrevió a prometer una Administración sin papeles ante la que los andaluces podrán hacer sus gestiones telemáticamente. Sería asombroso conseguir en cuatro años que la Función Pública saltara del siglo XIX al XXI. A ver qué pasa...

Supongo que en la jornada de hoy los portavoces del Partido Popular e Izquierda Unida centrarán sus réplicas en lo obvio: Chaves ha leído su programa electoral, que recoge muchas promesas del de 2004, que a su vez repetía ofertas incumplidas del de 2000, etcétera (del Pacto Local, por ejemplo, se empezó a hablar en 1990), y otras que surgen de la aparición de nuevos problemas o la irresolución de otros. ¿Qué credibilidad puede tener este remake? Los electores se la conceden. Eso, al menos, lo sabemos.

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