EL LADO OSCURO DE LA TRANSICIóN

José Ángel Pérez

José Luis Martínez Martínez primer policía almeriense asesinado por ETA en Francia

EL primer policía almeriense muerto por la violencia terrorista, fue el joven inspector del entonces Cuerpo Superior de Policía, quien en unión de otro compañero, Jesús María González Iruero fueron secuestrados, torturados y asesinados en la localidad francesa de Hendaya y cuyos cadáveres maniatados de pies y manos con un tiro en la nuca fueron hallados un año después de su trágica desaparición.

El secuestro de los funcionarios tuvo lugar a primeras horas de la tarde del domingo 4 de abril de 1976 después que los dos agentes llegaran hasta la frontera en Hendaya donde a los propios compañeros del servicio de aduana, les hicieron entrega de sus armas y credenciales policiales tal como exigían las leyes.

La alarma se activó, cuando al día siguiente los funcionarios, que llevaban alrededor de un año ejerciendo sus funciones policiales en la capital donostiarra no se incorporaron a sus puestos de trabajo en sus respectivas Brigadas de la Comisaría de San Sebastián. Sus compañeros comprobaron con sorpresa que en las dependencias policiales del paso fronterizo permanecían aún las armas y la documentación de ambos agentes.

A través de las investigaciones policiales se supo entonces que la última vez que a los dos inspectores se les vio con vida, fue sobre las siete de la tarde de ese mismo domingo mientras aguardaban en la cola de espectadores a la puerta del cine 'Varietés' para asistir a la proyección de una película.

Unas horas antes los agentes habían almorzado en una pizzería de San Sebastián. En fuentes policiales se consideró que los jóvenes inspectores fueron víctimas de una meticulosa y premeditada trampa. Uno de los policías llegó a trabar cierta amistad con una joven camarera de un club de la ciudad donostiarra quien unos días antes le llegó a comentar que tenia que contarle algo muy reservado y confidencial de interés policial, ya que la muchacha conocía condición de agente de la autoridad del joven inspector.

El policía se mostró interesado en el asunto, le pidió más información sobre el tema y la camarera comenzó a urdir la siniestra trama que llevaría a la muerte a los agentes. Les dijo que conocía a un militante de la banda terrorista de ETA refugiado en el sur de Francia que quería colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y poder suministrar información acerca de las actividades de la banda armada, pero que no se atrevía a pasar a España.

El funcionario debió confiar plenamente en ella y convenció al otro compañero de promoción para que le acompañara. El inspector comentó el hecho con algunos compañeros de la Comisaría, quienes le recomendaron que tuvieran sumo cuidado ya que el asunto les parecía un tanto peliagudo. Pasó un tiempo y al cabo de unos días, apareció nuevamente la camarera anunciándole uno de los agentes que le había concertado una cita en Hendaya con el supuesto etarra.

Al día siguiente la preocupación entre los funcionarios policiales fue en aumento al ver que los dos inspectores no aparecieron por la Comisaría ni volvieron a sus domicilios. Se activó la alarma entre sus compañeros de los desaparecidos ante la tardanza, se habló con la policía francesa y se interpuso una denuncia sobre la desaparición.

Todo apunta a que los asesinos conocían plenamente sus identidades y movimientos. El secuestro pudo producirse en las inmediaciones del cine donde los agentes fueron raptados e introducidos a la fuerza en un vehículo e inmediatamente los terroristas darse a la fuga sin que existieran o se localizasen testigos presénciales de lo ocurrido o al menos así informó sobre el caso la Gendarmería francesa.

La policía francesa llevó a cabo una operación de cierta envergadura para localizar a los dos agentes, pero sin resultados. Dos meses después de la desaparición de los funcionarios, hubo unos cuarenta detenidos relacionados con la organización terrorista, algunos de los cuales fueron confinados en la Isla de Yeu, pero la única pista real que encontró la policía francesas fue solamente el hallazgo de cierta documentación y datos sobre los policías en el domicilio de un miembro de ETA.

Sobre el tema de la desaparición de los agentes circularon entonces distintas versiones. En una de ellas se llegó a decir que los policías, adscritos al CESID (Centro Superior de Información de la Defensa) se encontraban en tierras francesas en misiones de labores de Información anti ETA. Incluso que trataban de establecer contactos con determinadas personas miembros de la banda con el fin de intentar la captación de colaboradores de la organización terrorista para la Policía. Oficialmente nadie se pronunció sobre este aspecto y ETA por su parte no reivindicó estos crímenes.

José Luis Martínez, tenía entonces 30 años. Aunque había nacido circunstancialmente en la localidad aragonesa de Calatayud, con apenas un año la familia se trasladó hasta Almería residiendo en la barriada de Ciudad Jardín.

Había estudiado el bachillerato en La Salle y estuvo cierto tiempo matriculado en la Escuela de Artes y Oficios de la capital. Llevaba solo un año destinado en la plantilla de San Sebastián.

Un año después, el 20 de abril de 1977 aparecieron los cuerpos sin vida de los agentes, en un búnker de la Segunda Guerra Mundial en la playa de Anglet muy cerca de Biarritz. Tres adolescentes que jugaban por la zona a "exploradores" descubrieron los cadáveres a unos veinte centímetros de profundidad mientras revolvían el suelo del habitáculo buscando restos de materiales enterrados.

Según los médicos forenses los cuerpos, con los pies y manos maniatadas y en avanzado estado de descomposición llevaban allí entre seis y siete meses. Ambos presentaban un orificio de bala calibre 7.65 milímetros en la nuca, tenían los dedos cortados y numerosos signos externos de haber sido torturados antes de rematarlos.

El cadáver de José Luis Martínez recibió sepultura en Almería el 27 de julio de 1977. El gobernador civil de la provincia José María Bances Álvarez, entregó a los padres, Luis Martínez Viorreta y Josefina Martínez Martínez la medalla al mérito policial que a título póstumo le fue concedida al malogrado inspector de Policía almeriense.

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