Justos y pecadores

Seamos sinceros. Todos tenemos en nuestro interior un concepto íntimo de la justicia

Seamos sinceros. Todos tenemos en nuestro interior un concepto íntimo de la justicia. Quizás, por semejanzas o por deducción, podríamos decir que el concepto de justica depende del tipo de derecho que se ejerza o se practique -si vas siguiendo la línea marcada, vas derecho; si te sales de la línea, vas "curvao".

Los grandes pensadores de la historia aseguraban que la justicia se dividía en dos grandes partes: la justicia particular y la justicia universal. Yo añadiría otra más: la justicia divina. Que por analogía es la propiamente dicha y explicitada en España; allí donde por los andares te reconocerán.

La justicia particular se caracteriza porque, según Aristóteles, es aquella que tiene que ver con el reparto de los bienes sociales, incluidos los cargos públicos y los honores -ja, ja y ja. Y dentro de la justicia particular se diferencia entre aquella que implica actos voluntarios o un daño o deterioro a las cosas, y por ende, la intervención de un juez. A esto último se le llamar derecho civil o penal. -yo simplemente lo llamaría una pena, una pena muy grande.

Y por último, nos quedaría la justica universal -aquí no hablaremos de la justicia divina; aquella que es tal porque es divina de la muerta. La justicia universal es aquella que afecta al universo y a parte del otro. Algunos teóricos afirman que las leyes se refieren a todas las normas que regulan las relaciones sociales. Además, es consciente de que la fórmula que se establece entre la igualdad de justicia y legalidad requiere de una justificación. Reconocen, en cierta manera, incluso, una diferenciación entre las costumbres y las leyes -aquí nosotros solemos tener más malas costumbres, que buenas. Y también defienden que la justicia política, en un principio atestigua que las costumbres y, en general las leyes no escritas, son superiores porque ellas trascienden las intenciones y decisiones de los individuos, en la medida que emanan espontáneamente de la dinámica social. Y aquí quiero hacer un alto en el artículo. Como puede usted observar, mi querido lector, en realidad no somos nadie para satisfacer o entender ese conocimiento sublime al que el pueblo jamás y nunca podrá optar. De ahí de nuestra estupefacción e incomprensión de aquellas sentencias judiciales que se escapan de nuestras manos. Postdata: reléase este artículo en tono sarcástico y jocoso, si procede.

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