Laberinto

Es la misma estampa real de siempre, solo que camuflada por el "curre" de las diferentes productoras que nos visitanToda manifestación pública concebida como una imposición genera confusión, angustia y decepción

Caminando por las calles del centro, entre Puerta Purchena y el Paseo, termine perdido y acaso en un laberinto. Aquella no era la cuidad por la que me desplazaba a diario para el trabajo o para los compromisos personales. Ese día se trataba de otra muy distinta: una con un ruido ensordecedor, repleta de todo lo que por lo general estaba ausente. De repente el mobiliario urbano y el aspecto de los edificios se habían transformado y el asfalto, que siempre había estado sereno, ahora estaba lleno de rostros sin forma. Una muchedumbre invadía aquel que yo consideraba mi espacio personal hasta el punto de sentirme desplazado, abochornado, en cada una de las esquinas. En ese trance miré a todos los lados y encontré extrañas manifestaciones: monumentos andantes y liturgias de otra época. Una gran número de personas portaban estas representaciones en sus hombros mientras denotaban sentirse perdidos en su interior. Los niños estaban asustados, cuando miraban a sus mayores y notaban como estos defendían unos símbolos en los que en realidad ya no creían. La hipocresía, implícita en sus sienes, dejaba bastante claro los porqués y los cómos de la especie humana, una -que si hay que decirlo todo- repite la historia amen de imaginar sus consecuencias. En mitad de esta reflexión, fuertes estruendos acaecieron sobre las cabezas de todos y los símbolos y cuando eso sucedió yo recordé un poema corto de los Novísimos que decía: [...]He llegado a mi casa y me siento más extraño que nunca/ he llegado a mi casa y me siento más extranjero que nunca[...]. Durante la infancia, en momentos como ese, siempre me sentí perdido y en mi propio laberinto, sin querer discernir lo real de lo imaginario. La inverosimilitud de lo real era tan patente, entonces, que no deseaba confundirla con un paisaje de recreo sino más bien con uno de sufrimiento o angustia. Eso era todo entonces y ahora: un gran vacío interior nunca completado por el paisaje ni por las acciones ajenas desprovistas de autenticidad; eso era todo: una gran mentira a posta para mantener los intereses ocultos de ciertos oligarcas y autócratas; eso era todo: nada, una gran nada enorme, vacía, infinita; eso era todo: un yo solitario bastante enfadado cuando una muchedumbre aparecía de repente e imponía sus creencias de forma violenta; eso era todo: un yo perdido en el laberinto y decepcionado con el semejante.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios