Carta del Director/Luz de cobre

Libertad de expresión

La demagogia, el nacionalismo y las ideologías de odio proliferan en las distintas partes del mundo

La Cátedra Rafael Escuredo organizaba esta semana, en colaboración con el Grupo Joly, una jornada sobre la Libertad de Expresión. Un seminario en el que destacados juristas y periodistas debatíamos sobre un derecho fundamental que garantiza la igualdad, para el que corren, como explicaba el propio Escuredo, "tiempos de preocupación". El problema no es baladí. Más allá del acoso a la prensa tradicional de Estados Unidos, al que está sometiendo el presidente Trump, caminamos por una delgada línea en la que "si no admitimos la crítica se acaba con una parte fundamental de la democracia". Las palabras son del catedrático de Derecho Penal, Francisco Muñoz Conde y adquieren especial relevancia cuando vemos como es la propia Asociación de la Prensa de Madrid (APM) la que ha alertado de las amenazas y la persecución a la que se están viendo sometidos determinados periodistas por parte de Podemos. Y es que si los periodistas no mantenemos nuestras especial relevancia como titulares de esta libertad, el camino que tenemos por delante se torna serpenteante, oscuro y con cierta preocupación. Si no somos capaces de plantar cara a aquellos que se creen en posesión de la verdad, a aquellos que usan sus puestos en política eternizados y a los que se aferran con uñas y dientes al cargo, corremos serio riesgo de caminar en la senda del retroceso de la libertad de expresión, como ha sucedido en los últimos años. Decía Barak Obama, expresidente de EE.UU que "aceptaba que la gente va a decir de mí cosas horribles todos los días, y siempre defenderé su derecho a hacerlo". Pero no siempre parece que vaya a ser así. Está claro que la guerra abierta con la prensa en este país confirma el más rotundo éxito de la demagogia, del nacionalismo y las ideologías de odio que en los últimos años han proliferado en distintas partes del mundo. Es muy posible que la corriente no se detenga ahí. En varios países de Europa se va a poner a prueba muy pronto la fortaleza del actual sistema de democracia liberal frente a la acometida de proyectos igualmente extremistas, xenófobos y populistas. Una de las características de ese nuevo populismo en ascenso es su hostilidad con la prensa, especialmente con la prensa profesional. Con el pretexto de la presunta comunión entre los medios más implantados y un perverso establishment, los políticos que se presentan en defensa del pueblo, de la gente, de los de abajo frente a los de arriba, intentan antes que nada laminar la credibilidad de los periódicos con el objetivo de eliminar obstáculos en su camino y dejar espacio a otros medios -confidenciales, cuentas de redes sociales, blogs- que ellos controlen y con los que puedan acceder sin intermediarios a su público, a sus votantes. Aquí en Almería un ejemplo lo tenemos en las redes de Rafael Esteban en la capital y Juan Pablo Yakubiuk, en Roquetas.

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