Madrid marzo

En Madrid, en la cuesta de Moyano o en cualquier otra parte, el clima siempre es intempestivo, siempre hace calor o frío

Yo pensaba que el universo empezaba y terminada en la cuesta de Moyano , donde nunca he estado. Y sí he estado no recordaba por qué lo llamaban cuesta. En Madrid, en la cuesta de Moyano o en cualquier otra parte el clima siempre es intempestivo, siempre hace calor o frío, siempre estás cansado o tardas mucho en llegar a cualquier sitio, siempre hay mucha gente, siempre ves cosas raras y siempre encuentras algún tesoro. Yo pensaba que el universo empezaba y terminaba en la cuesta de Moyano y sí que empieza allí pero sigue en la calle de la Luna donde hay interminables tiendas de cómics. Los clones de los protagonistas esperpénticos de la serie The Big Bang theory van allí a mansalva, contradiciendo esa máxima de que aquí no se lee o que los jóvenes no leen. A ver, no leen los petardos que escribís, so intelectuales, ni leen, ni van a leer nunca las recomendaciones de pago de los suplementos culturales ni las pésimas creaciones de los novelistas de turno que se intentan pasar por literatura, pero sí leen y devoran comics, y se gastan una pasta en frikadas, o cultura, que viene a ser lo mismo, la única diferencia es que no es la vuestra. Entre montones de lujosas ediciones ordenadas por temas y autor y en cajas de cartón en las que nadie rebusca están las verdaderas joyas de a un euro o dos, joyas literarias juveniles, que se llamaban, también tebeos de grapa o de lomo, manoseados, con sello de haber pasado por mil mudanzas y haber terminado en estas cajas o en las repisas más escondidas de estas tiendas donde prefieren vender muñecos de colección a 30 pavos la pieza y te los ponen a primera vista. En esta continuación del universo pasaría el resto de mi vida y seguiría de rastro en rastro y cada vez iría menos a los libros de viejo de la cuesta de Moyano donde apenas puedes tocar unos pocos y hace un calor de espanto, sí, en marzo, en Madrid. Yo quiero tocar los lomos y no pedirlos en un mostrador como si fuesen embutidos, no quiero preguntar como un náufrago si tiene algo de este o tal autor, quiero mirar, tocar, ver y pensar. Buscar entre la masa olvidada y apretujada de deshechos el diamante en bruto que voy a arrancar y que voy a poseer para siempre. El buscador de tebeos es un friki donde los haya. Donde el contable mira la edición primera, el valor bursátil, el tipo de libro de interés al alza en los mercados, yo cojo lo que no vale nada, lo más valioso.

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