La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

¿Mártir o más bien cobarde?

Una vez en el banquillo, Mas apartó de sí el martirio: no tuvo nada que ver con la consulta, la organizaron los voluntarios

El ex presidente de la Generalitat Artur Mas no sólo ha conducido a Cataluña a una fractura social y política desconocida desde los años treinta del siglo XX y a su partido (PDECat, antigua Convergencia) a los peores resultados desde su fundación. También acaba de arruinar su propia aureola de mártir de la independencia, que era la única posibilidad que le quedaba de regresar a la primera línea. Un hombre de récords.

Todo el calentamiento patriótico en el que ha envuelto su proceso por organizar el referéndum de cartón de noviembre de 2014 y el mismo cortejo de jaleadores que le acompañaron el lunes en su paseo triunfal hasta la sala del juicio fueron demolidos en cuanto se cerraron las puertas y se sentó, junto a las dos damas que comparten la aventura, en el banquillo de los acusados. Como el decorado de un sainete.

Podía, y debía, Artur Mas haber llevado hasta el final su discurso político de los últimos años: hay un choque de la legitimidad catalana con la legalidad española, el Tribunal Constitucional actúa al dictado del Gobierno de España, poner las urnas para que los ciudadanos se pronuncien no puede ser perseguido, los problemas políticos no pueden afrontarse con medidas judiciales ... luego este juicio debe anularse.

En vez de ser coherente con su trayectoria de campeón de la independencia y entrar en el santoral de mártires de la opresión, rechazando la ley española y el tribunal que pretende aplicarla, ¿qué hizo Mas? Pues dar una excusa inverosímil y grotesca, insostenible y tramposa: que una vez el TC declaró ilegal el referéndum del 9-N la Generalitat suspendió sus actividades y todo quedó en manos de los voluntarios.

Otra falsedad de un redomado impostor. Estos son los hechos: después de la suspensión de la consulta por el TC, se mantuvo activa la web "institucional" de la Generalitat sobre la misma, se siguió repartiendo masivamente la carta de Mas incitando a la participación, se mantuvo la campaña de publicidad, se activó la infraestructura informática necesaria para las votaciones, se instalaron los ordenadores en los colegios, se transportaron urnas y papeletas, se mandó a los centros de enseñanza abrir como sedes electorales, se organizó un centro de prensa para ofrecer los resultados... ¡incluso la póliza de seguro de esos voluntarios la pagó la Generalitat!

Ya sólo podemos llamarle El Astuto en el sentido de taimado, ladino y pillastre. En el banquillo no ha sido nada más que cobarde.

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