Memento cultural

La constitución del Patronato de la Alcazaba debería de dar una mayor impronta cultural y turística

N O cabe duda alguna, que el broche de oro a los XVIII Cursos de Verano de la Universidad de Almería lo ha puesto el Seminario sobre "Conjuntos monumentales y su entorno: Patrimonio, Economía y Turismo", codirigidos por las profesoras Rosalía Rodríguez López y María Teresa Pérez Sánchez y la gran aportación en la organización de la Asociación de Amigos de la Alcazaba, que con la presencia del Rector Magnífico y el Alcalde- Presidente de la indaliana capital almeriense metabolizaron en el citado curso un elevado sentido de colaboración y responsabilidad colectiva de los agentes sociales en la gestión y gobernanza municipal con la siempre estimable cooperación de la comunidad universitaria.

Ahora bien, parece que todo lo que se hace en Almería a nivel cultural, especialmente en el ámbito monumental, siempre hay un "pero" "sin tijeras", nunca satisface a todos cuántos desde la praxis o subjetividad personal opinan sobre hechos o no consumados, y menos aún, cuando durante los periodos de audiencias y alegaciones nada han manifestado en contra "iuris tantum". Tenemos lo que tenemos, nada más ni nada menos, y es un valor añadido a la cultura almeriense desde una perspectiva integral y transversal, pero no se puede valorar, ni didácticamente ni metodológicamente, lo que no da para una visita guiada, salvo un acervado sentimentalismo localista, que siempre defenderemos a ultranza desde cualquier estrado académico.

La constitución del Patronato de la Alcazaba debería de dar una mayor impronta cultural y turística, pero no será la panacea, aunque pondría mejor sentido común al planeamiento y la ordenación del territorio en todo el entorno de influencia, siempre y cuando la participación de los agentes sociales se real y efectiva, sin angulosos fotogramas, ni egos personalísimos y antagonismos políticos.

El casco histórico no superará de forma óptima y eficiente un proyecto integral de ciudad inteligente, si en sus calles "adoquinadas", irregulares plazas, glorietas áridas y callejuelas sefarditas, moriscas y mozárabes no vuelven a transitar miles de almas, unas porque residan, otras porque se acerquen a respirar el aire de los sentires y quejidos más amorosos de la milenaria ciudad y otros porque sean atraídos, junto a las playas y otros ecosistemas, a estar unos minutos visualizando la Alcazaba, la Catedral, los barrios de la Almedina, Pescadería, La Chanca, San Cristóbal….

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