Mercamás

Los demás españoles quieren que el gobierno arregle la crisis y que baje el paro, pero que el empleo lo creen los ángeles

Yo una vez presté un libro y me lo perdieron. El libro en cuestión era El español y los siete pecados capitales, de Guillermo Díaz-Plaja. Yo a su vez lo había cogido prestado de mi padre, pero eso no tiene nada que ver. El libro de marras fue un pequeño best-seller allá por los 70, un libro de ensayo (ensayo de verdad, género iniciado por Montaigne, no cualquier cosa escrita a lo que se llama ensayo). Creo que hasta TVE hizo una serie. En el capítulo de la envidia se decía algo así como que para el español no es suficiente que a él le vaya bien sino que es importante también que a los demás les vaya mal. Más allá del tópico y los ensayos, cuando hay un español que triunfa a base de trabajo duro e iniciativa, siempre hay otro (u otros, generalmente muchos), que disfraza el fastidio (la envidia, diría el ensayo) en forma de aparato logístico para escudriñar hasta la última mota de polvo del triunfador y que nunca para. Ese español imaginario, incapaz de emular al triunfador o al menos intentarlo, sería capaz de hacer progresar cualquier iniciativa que tuviese como fin investigar al triunfador, mirar debajo de todas las alfombras, revisar todos sus papeles o buscar en el pasado algo que macule su triunfo, ya que para ese español, el triunfo de los demás tiene que tener siempre un lado oscuro, punible y publicable. Cada cierto tiempo sale en las noticias, en estos días, por ejemplo, que Mercadona, la empresa del español triunfador Juan Roig, aumenta sus beneficios y además dice que va a dedicar gran parte de sus beneficios a mejorar la empresa. El fallo de Juan Roig es que se le ve mucho en las noticias, y además, hablando él mismo. Eso es el colmo para el otro español, el que escudriña al que triunfa, y prefiere a otro modelo de triunfador, el modelo de Zara, que apenas se le ve. Sabe por qué Dios es tan importante, dijo una vez Le Corbusier, porque nadie lo ve. Si Juan Roig se mostrara un poco más y participara de algún modo en la vida mediática del país, se tardaría lo que dura un móvil a la puerta de un colegio en sacarle los trapos sucios y arrastrarlo por el suelo hasta que su imagen, y con ella la de su empresa, se destroce completamente. Los demás españoles quieren que el gobierno arregle la crisis y que baje el paro, pero que los puestos de trabajo sean creados por ángeles que bajen del cielo tocando música de arpa. O al menos que el rico también llore.

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