LOS yihadistas han conquistado la ciudad de Mosul, en Irak, han dictado normas sobre la vestimenta femenina: pies y manos, cubiertos; el perfume, prohibido. "Esto no es una restricción de su libertad, sino que impedirá que las mujeres caigan en la humillación y la vulgaridad de ser un espectáculo a los ojos de quienes las miran", argumentan en su comunicado, estos cafres. No lo soporto. Desde lo más íntimo de mis entrañas, me rebelo contra estos imbéciles profundos. Y me pregunto, cual es la patología sexual que propicia esta misoginia extrema. Me lo llevo preguntando años. ¿Por qué este odio a cualquier manifestación externa de lo femenino? ¿Por qué esta humillación a las mujeres y todo lo que significan? Pero no es solo una interpretación abyecta del Corán, porque en otras culturas también está arraigada la misoginia, y no son yihadistas. Entre los Huli de Nueva Guinea, las mujeres están por debajo de los cerdos en el orden social. Y además, están obligadas a amamantarlos. Y en África, en el sumun de la misoginia, hay muchas regiones donde se extirpa a las mujeres su principal símbolo de placer: el clítoris. No puede ser mayor, la crueldad y el sometimiento. Y esa inquietud, se ha plasmado en una investigación transcultural, que fue motivo de mi tesis doctoral. Después de investigar en 66 culturas, el papel de lo femenino y de la mujer, relacionándolo con la moral sexual, he podido constatar que las culturas más sexualmente reprimidas, coinciden con las más violentas, y con las más misóginas. Esto ya es un dato. Los yihadistas son extremadamente violentos y reprimidos, por cierto. Es un dato muy importante, que nos dice que la misoginia y el machismo, están muy relacionados con las actitudes violentas y represivas. Y que lo contrario está relacionado con las culturas más pacíficas, y en las cuales las mujeres son libres. Pero aparte de esta relación, me gustaría comprender cual es el trasfondo patológico, de esta misoginia, estúpida, cruel y a veces criminal. Y me gustaría comprenderlo, para que tuviéramos armas para luchar contra ella. Una de las cosas que más difícilmente soportaría, es vivir bajo unas normas como las que ha impuesto los yihadistas en Mosul. Náusea, asco y la más profunda de mis repulsas, así como una rebeldía infinita, es lo que me produce. Deberíamos luchar denodadamente para encontrar una vacuna contra esta patología, que desgraciadamente tiene dimensiones de plaga. De la cual, no estamos libres. Porque cada vez que una mujer muere a manos de un hombre, o es maltratada, podemos saber que este repugnante virus, es endémico en nuestro país desde hace siglos.

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