Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Muerte por chocolate

Trump es idóneo para presidir EEUU: aúna chanza y terror, paranoia y cachondeo, chistes y misiles

Sólo el más despistado pudo llegar a pensar en algún momento que Trump no iba a ganar las elecciones en Estados Unidos. De los dos candidatos, él era el idóneo al tener bajo su aljofifa pajiza una mollera en la que fabricar chanza y terror, paranoia y cachondeo, descojone y pánico, chistes y misiles, carcajadas y dolor. Perfecto para presidir ese país, donde andaban ya desesperados por echarse al coleto otra Temporada Mostrenca en la Casa Blanca. La señora Clinton, con sus hábitos de monja huida del convento, estaba predestinada a la derrota (situación nada incómoda si tenemos en cuenta cómo le sacan allí jugo al fracaso político: ¿Doña Hillary, a cómo tiene hoy la conferencia?).

Los guionistas de películas y de series de televisión, los redactores de publicidad -la Era Trump pide a gritos su Mad Men-, los programadores de telebasura, y nosotros, los plumillas, saltamos de gozo. Hemos encontrado un filón. Bueno, esto no es verdad del todo: no lo hemos descubierto, nos lo han regalado, o nos lo hemos autorregalado (¿acaso no lo hemos fabricado nosotros? o por lo menos hemos colaborado con piezas para terminar de ensamblar esta cosa cada vez más frankesteiniana). Pero el hallazgo tiene sus riesgos, recuerden a los buscadores, cegados por la codicia, del tesoro de Sierra Madre. Y la veta dorada de Trump esconde ponzoñosas aristas muy afiladas. Lo dicho, está habiendo risas con todas esas toneladas de parodias que provoca la faceta histriónica del hombre más poderoso del mundo, pero habrá -los ha habido ya- llantos. El payaso asesino es un perturbador y sangriento icono del friquismo terrorífico yanqui.

Su insania es comparable a la de la ingesta incontrolada de calorías que mata cada año a un gran número de gente en Estados Unidos, con Trump como el masterchef que propugna una dieta a base de azúcar y odio a consumir según el momento y la ocasión. Como con el bombardeo de la base siria desde la que se organizó el ataque químico contra la ciudad de Jan Shijun. Trump ordenó el lanzamiento de misiles tomando el postre con el presidente chino Xi Jinping. Se estaba relamiendo con un pastel de chocolate. Él mismo se jactó de eso en una entrevista a la cadena Fox Business. Así que estimulado, pletórico, en un estado de euforia casi infantil, probablemente con briznas de un marrón viscoso en las comisuras de los labios, agitó la servilleta y mandó a sus generales empezar la escabechina. Después eructó. Le sentó bien.

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