La tribuna

María Izquierdo Rojo

Mujeres en política

LA incorporación de las mujeres a las tareas públicas es uno de los hechos más trascendentales y modernizadores de las democracias del XX y XXI. En una conmemoración como la de mañana sobre las mujeres trabajadoras, todos podríamos celebrar sin temor a equivocarnos el gran acierto que supone este enriquecimiento de la representatividad política y la importancia de la llegada a los cargos de decisión de esta otra mitad del género humano, tan diferente y creativa. Hablar de lo que puede suponer para la política esta novedad decisiva es abrir perspectivas muy esperanzadoras dentro de una trayectoria en la que hemos avanzado más y mejor de lo que nunca pensamos, y en la que se está produciendo, serenamente, una gran transformación social.

Claro que en este largo camino que tantos años y trabajo nos ha costado, sólo hemos comenzado a dar los primeros pasos y es ahora cuando apenas si empezamos a entrever la dinámica transformadora que contiene: hemos llegado a la presente normalización o paridad, a través de las denominadas "políticas de igualdad", a través de la igualdad de consideración y trato entre hombres y mujeres, a través de la participación política como derecho democrático de la persona, indistintamente de que ella sea hombre o mujer.

Pero una vez que estamos alcanzando esta presencia política equilibrada, esta novel composición del sujeto político personal, estamos ya ante la evidente necesidad de adecuar ésta a la realidad de sus representantes y gestores. Estamos ya ante la exigencia de establecer nuevos modelos y actitudes con marcadas distancias respecto al pasado; de prever nuevas instancias de decisión conjunta hombre-mujer; de trabajar en cooperación el enorme potencial de la diversidad y las diferencias. Los nuevos modelos han de recoger y reflejar las muy diferentes maneras de ser y de querer estar en el mundo y en la política; en definitiva se trata de un proceso que desencadena una dinámica de cambio que mejora la acción política y la va a adecuar a nuestros días.

Posiblemente se pondrán en marcha aquellos "nuevos modelos de decisión conjunta hombre-mujer" previstos ya en algunos foros internacionales hace años y la implementación de muchas políticas con nuevos contenidos y objetivos que derivan de la integración de las diferencias. Creo que el ciudadano hace tiempo que espera algo así de los políticos, espera que seamos capaces de adaptarla al día a día de sus necesidades. Todos mereceríamos que las entidades públicas se pusieran al día y aplicaran cuantas diferencias e innovaciones son enriquecedoras y recogen los cambios operados en este complejo mundo.

La nueva política aportará notables mejoras a las fórmulas tradicionales, tan monolíticamente masculinas y tan desacreditadas. Ahora el reto es invertir lo mejor de las diferencias y hacer que fructifiquen en instancias comunes; ir implantando un modelo conjunto, adecuado a la diversidad del amplio y complejo mundo actual. Este espacio paritario en el que ha de desarrollarse la política en el próximo futuro está compuesto de hombres y mujeres, ambos dispuestos a superar los caducos estereotipos discriminadores; políticos/as decididos a implantar nuevas maneras de representar y administrar la cosa pública; una política entendida como un espacio común de representatividad y gobernabilidad compartido por ambos.

Aun en la hipótesis, poco probable, de que en esta nueva etapa de la política paritaria lo único que cambiara fuera la propia presencia de las mujeres, creo que ya sería un buen avance respecto a la precedente, el pasar de una política excluyente y discriminadora de la diferencia (en las sociedades patriarcales y machistas el género femenino tiene la "otredad" de lo diferente) a un espacio político integrador, de convivencia de todos sus miembros. Pero ¿por qué no confiar en los bienes que pueden derivarse de la milenaria cultura de paz, comprensión y acción protectora de las mujeres? En un estudio de la consultora McKingsey Quarterly en el que entrevistaron a 85 mujeres exitosas de todo el mundo, todas las entrevistadas compartían cinco claves fundamentales: motivación, positivismo, gestión de la energía, buenas conexiones y capacidad de riesgo. A lo cual yo añadiría: sutileza, ingenio, gobernanza, laboriosidad, etc.

En este 8 de marzo del 2009 señalaría, pues, en conclusión que la nueva dimensión paritaria y compartida, de hombre y mujeres en las tareas políticas no se quedará sólo en una cuestión de reparación de su presencia y representación, hecho ya en sí mismo fundamental, sino que inevitablemente va a ir activando e induciendo nuevas transformaciones conducentes a la mejora en el ejercicio de la política.

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