República de las Letras

Nacido en un establo

Que no mucho más queda de las teorías revolucionarias de aquel alucinado carpintero nacido en un pobre establo

En esta época del año se me hace inevitable la reflexión religiosa. Sí, ya sé que es un peñazo, pero lo prefiero al consabido tema de familia, al de los que no la tienen -tipo "siente usted un pobre a su mesa", que ya salía en los tebeos de los 50- o al asunto de la justicia distributiva, que también da mucho juego delante de los escaparates adornados con lucecitas, belenes y papás noel. Así que vamos allá, sin más.

Los primeros cristianos se apropiaron del mito de Mitra, hijo del dios único de una religión de moda en Roma en el siglo I, e identificaron con él al que fue su líder espiritual y fundacional, personaje del que no ha quedado rastro fehaciente en la historia de aquel periodo. Uno de sus primeros seguidores, Pedro, hombre corto de miras, fracasó en la implantación cristiana en la capital del Imperio, siendo Pablo el verdadero fundador del Catolicismo que hoy conocemos. En los primitivos concilios se fijaría el dogma, mientras la nueva religión llegaba a los resortes del poder imperial en tiempos de Constantino y, sobre todo, del hispano Teodosio: como ideología, el Cristianismo cohesionaba el Estado Romano, a la vez que se aseguraba su supervivencia y su expansión por el Mediterráneo.

La historia de aquel niño pobre de solemnidad, nacido en un establo de Belén entre una mula y un buey, que aprendió de su padre el oficio de carpintero en Nazaret y que a los treinta años decía que era tan difícil que un rico entrara en el Reino de los Cielos como que un camello pasara por el ojo de una aguja -si bien también proclamó aquello de "Al César los que es del César…"- fascinó desde entonces a todas las generaciones de Occidente, llegando a identificar su nacimiento con el solsticio de invierno, es decir, el día en que empieza a crecer el sol -como Mitra, ya digo-, y su violenta y trágica muerte -siempre según sus seguidores- con el equinoccio de primavera. Ambas fechas han determinado desde entonces la vida de la gente. Hoy, a la vista de los pobres resultados de aquel movimiento religioso, todo ha quedado en una campaña de consumo y el deseo de un mundo mejor, aunque aún mantengamos a la Iglesia como interlocutora en los momentos solemnes de la vida: nacimiento, casamiento y muerte. Que no mucho más queda de las teorías revolucionarias de aquel alucinado carpintero nacido en un pobre establo en las afueras de Belén, entre una mula y un buey. Feliz Navidad.

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