Nepotrumpismo

Presagio que la frivolidad de USA al elegir presidente a Trump va a ser generosa en cohetería mediática

No creo excesivo presagiar que la frivolidad estadounidense de elegir Presidente a Trump, va a ser generosa en cohetería mediática y fenómenos circenses de secuelas tragicómicas, cuando no ferozmente trágicas. Y no creo, no veo verosímil el control cameral, al menos inicialmente, de quien viene alardeando sus desaires al sistema, como es el caso de esa criatura que apelando a las pulsiones más populistas por la identidad idealizada y culpando a la casta política de la crisis económica generada por especuladores como él mismo, ha embolicado a un electorado primario, jurando en falso la vuelta a un pasado glorioso, cinematográfico, realzado sobre los mohosos valores del racismo, la cosificación del sexo y el nacionalismo proteccionista a ultranza. Que en realidad no será sino una retorno al nepotrumpismo que dará a familiares y amigos los cargos públicos, como ya hacían los cardenales nepotes. Y una vuelta a las infraestructuras imperiales como el muro con México, condenado al mismo destino de tantas tapias estériles, como aquel Muro de Adriano, que atravesó Britania de costa a costa en una portentosa inversión que de nada servía, ni sirvió, cuando los bárbaros dijeron aquí estamos. Una vuelta al inquietante aroma de los peores 'ismos' del siglo XX y una sensación de que retoñan credos y heterodoxias históricas que creíamos superadas, como el peor nacionalismo étnico que germinó en aquella burda ley de inmigración en los EEUU de 1924, imponiendo cuotas para favorecer la llegada de inmigrantes nórdicos y restringir la de europeos del sur y del este. Son derivas que sólo precisan un pasito más, acaso ya ni eso, para que retornen también los eugenistas con su doctrina de castrar a los mentalmente menos dotados (que hasta la Corte Suprema de EEUU asumió en 1927). Y lo realmente grave no es ya la elección del populista Trump de turno, sino que eso haya ocurrido en una sociedad que se suponía a la cabeza de la cultura occidental, y a pesar de su escandaloso currículo y su discurso tan caduco, tan rancio. O sea que millones de ciudadanos del primer mundo hayan votado una opción tan incoherente con los valores que han cimentado, se suponía, la posmodernidad. Ese es el dato realmente alarmante: el triunfo de una opción que acaso hubiera merecido la felicitación de Hitler. Quien, por cierto, ya felicitó en su día al ideólogo de los eugenistas americanos. Quizá hoy volvería a hacerlo.

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