Ontología del arte

Esta capacidad de iluminar lo oculto se la otorgó Heidegger igualmente al poeta y filósofo en el ámbito de la creación

La preocupación fundamental de todo el pensamiento de Martin Heidegger gravita en torno al ser, a la pregunta constante por su esencia, al deseo permanente por su desvelamiento. Sobre este gran filósofo, el más grande del siglo XX para algunos, hay múltiples interpretaciones e intentos por aprehender racionalmente su universo intelectual. Su figura sigue propiciando enconados debates y su legado filosófico, ininteligible a muchos públicos, es realmente abierto y expansivo. El mismo filósofo dejó escrito que "el hecho de hacerse comprender es el suicidio de la filosofía". Criticando toda la tradición metafísica del pensamiento occidental, Heidegger hizo un esfuerzo por conocer la naturaleza del ser, como en su día intentaron los presocráticos Heráclito y Parménides, con los que tiene no pocas coincidencias. En el fondo, todo su pensamiento surge del hecho más extraordinario al que el hombre -mutado en Dasein heideggeriano- se enfrenta en todo tiempo y lugar: el misterio de la existencia de los seres y las cosas -de los entes- frente a la posibilidad de la nada. Un misterio que no puede explicarse desde procesos científicos o racionales puros, y al que solo podemos acercarnos -para intentar conocerlo- desde el ámbito del arte, que es el de la poesía y la sugerencia. Para Heidegger, el arte conduce a descubrir la verdad de los entes, a desvelar su ser y sacarlo a la luz. Esto es así porque el artista es capaz de crear un ente nuevo dotado de ser y comprende -o intuye- la esencia de las cosas. El verdadero artista intuye la verdad de aquello que representa, es capaz de aproximarse a ella y ayudarnos a conocerla en parte. Esta capacidad de iluminar lo oculto se la otorgó Heidegger igualmente al poeta y al filósofo, colocándose a sí mismo, por tanto, en el ámbito del arte y la creación. Quizá sea este el más contundente mensaje y la más ejemplar lección para todos aquellos que siguen empeñados en descifrar el universo heideggeriano desde la más fría racionalidad filosófica. Tras dos milenios de filosofía y ciencia, quizá solo podamos aferrarnos al conocimiento de la verdad que propicia el arte. Al respecto, conviene recordar la pregunta que el pintor Francis Bacon se hacía -y nos hacía- en más de una ocasión: ¿Para qué pintar lo que puede explicarse?

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