Otorgada la insignia

Si aquellos que proclamáis que tanto os merecéis un homenaje, no sé qué hacéis aquí

Reconozco, a título personal, que no creo en los premios. Quizás, más bien como crítica hacia esa vanidad que todos gestamos en lo más íntimo de nuestro ser, más que por otro cosa. Hace pocos días han sido otorgados los premios Insignia de Andalucía -desde estas humildes líneas, mi más sincera enhorabuena. Estoy completamente seguro que ha sido fruto del esfuerzo y del trabajo continuado. Con algunos de los premiados mantengo una estrecha relación personal y creo que este premio o distinción no sólo llega en el momento justo, sino que sabe a poco. Sobre todo, porque sé de buena tinta lo duro que han trabajado y también sé la piel que se han dejado en todo aquello que han hecho.

Siempre un premio, digan lo que digan, es sin duda alguna un buen momento para mostrar aquellos activos culturales que durante años han estado desarrollando una actividad que ha incidido en la sociedad. O como una forma de agradecer sencillamente el trabajo bien hecho, la constancia y el arrojo. De seguir una idea y de no desfallecer. De tener un proyecto y de materializarlo, pase lo que pase, pese a quien le pese.

Pero también estos días ha habido cierto revuelo sobre la honorabilidad o no de los premios, sobre la dignidad o no de los elegidos. Evidentemente, siempre este tipo de cuestiones es alimentado por un sector de la cultura poco proclive al trabajo altruista, poco dado al compromiso colaborativo. Un tanto cicatero a la hora de arrimar el hombro y trabajar. En general, aquellos que se dedican a tirar por tierra el trabajo de otros suelen ser los mismos que esperan que alguien les toque la puerta de su casa y les conceda una paga vitalicia o una generosa corona. Eso sí, sin haber movido ni un solo dedo. Desde el magnífico sillón de sus casas. Sin haber derramado una mísera gota de sudor. Esperan el galardón, la recompensa, el aguinaldo sólo porque son unos genios y su originalidad es la prueba más palpable de ese éxito incontenido llamado yo.

Si aquellos que proclamáis que tanto os merecéis un homenaje, no sé qué hacéis aquí. Y si en poca cosa se os ha quedado esta tierra, haced como dijo Estrabón: los Efesios harían mejor ahorcándose todos y dejando a los jóvenes la ciudad por haber expulsado a Hermodoro, el más útil de entre ellos mismos, diciendo: "si no hay nadie entre nosotros que sea el mejor, que lo sea en otra parte y con otros".

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