PERIODISMO FASCISTA

Un periodismo es fascista cuando sirve y se doblega al dinero y paga sueldos miserables a sus trabajadores

Aunque todos pensemos, tras leer el título de esta columna, en el periodismo que apoya o hace suyas -en su línea editorial- ideologías de partidos o regímenes de evidente cariz totalitario, procede hablar aquí del periodismo que, como industria del mundo capitalista, ha adoptado en su quehacer y procedimientos la acción fascista más evidente. Un periodismo tiene un proceder fascista cuando, inmerso en la dialéctica más perversa del capitalismo más exterminador, sin escrúpulos, no tiene más ideología que el dinero. Esto es así porque, en el fondo, el fascismo de estos tiempos no es otra cosa que la acción del capitalismo más siniestro, global y asesino. Un periodismo es fascista cuando sirve y se doblega al dinero, mantiene a sus trabajadores con sueldos miserables y horarios de esclavitud y les obliga a escribir con este o aquel sesgo, a mentir descaradamente o a establecer premeditados silencios. Muchos directores y responsables de periódicos o canales -tanto en medios nacionales como provincianos- no pasan de la categoría del abyecto comerciante, carente de toda ética, que atesora todos los vicios asimilables al chamarilero más falso y sin escrúpulos. Un periodismo es fascista cuando exige el pago de peajes a personas e instituciones a cambio de tratarlos adecuadamente. Si se paga peaje, se activan los resortes del botafumeiro; si no es así, llegan los silencios -en el mejor de los casos- o los ataques más despiadados, los juicios más sumarísimos. En esta dialéctica del peaje muchos dineros públicos se destinan a comprar al fenicio, a untarlo convenientemente por parte de los politicuchos del entorno; muchos medios dependen, en buena medida, del impuesto revolucionario. La acción del periodismo fascista se caracteriza también, como no podía ser de otra manera, en la expresión más burda de la ignorancia. En realidad, la indoctura y la necedad son siempre un ingrediente y un detonante del fascista, en todo tiempo y lugar. Corresponde a los profesionales elevar sus quejas y declararse en abierta rebeldía. Y a los intelectuales denunciar alto y claro. Acostumbrado el periodismo fascista a no tener quien le tosa y a ejercer de juez que nunca puede ser juzgado, prepárese para recibir las merecidísimas críticas y el juicio infalible de la historia.

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