El PSOE, un dogma de fe

Por eso, rellenemos una quiniela. Si de partido se trata, Susana Díaz es el mejor bolillo para encajar

Eligiendo a su máximo dirigente, y en casi cuarenta años de democracia, siempre es el mismo partido el que levanta expectación. Huelga decir que hablamos del PSOE. Y ese interés, por desgracia, y no sé si como siempre, no se despierta en positivo ni para construir algo. No es por conocer su ideario, programa político, futuros proyectos o sus recetas ante el declive de la socialdemocracia. Para nada. La atención en las primarias socialistas surge de algo tan simple como antiguo. Los sentimientos humanos en estado puro, el espectáculo de la confrontación entre iguales, guiados por la revancha, el rencor, la venganza, o la envidia. Esto es una realidad, innegable a pesar de los silencios delatadores de Ferraz, o las sonrisas forzadas de los aspirantes -dientes, dientes-, algo por otro lado esperable de la política, ciencia de la inmediatez y maestra del transformismo. Hoy sábado, con el rigor antaño del luto, en desuso y casi olvidado, se vive entre los correligionarios sociatas el "día de reflexión". Motivos tienen. Nos parece ver santiguarse hasta mañana a todos sus militantes, a pesar de su laicidad estatutaria, para continuar con el rito del rezo y terminar suplicando la expiación de todas las plagas que soportan, y aún más, aquellas que temen recibir tras conocer el resultado de las votaciones. Llámese Patxi, Pedro o Susana. Sea el que sea, parecerá dramático, a causa de la división actual. Y dependiendo del que sea, podría convertirse en mortífero. Porque el PSOE de estos días, como la Santísima Trinidad, es un dogma de fe, para propios y extraños al partido. Los suyos quieren creer que el nuevo secretario general cerrará este nefasto pasado, tan reciente y presente como el desangrado que llega hasta nuestros días. Pero el resto sabemos que no será tan fácil, si es que llega a ser. Pregunten al socialismo francés. Por eso, rellenemos una quiniela. Si de partido se trata, Susana es el mejor bolillo para encajar. Pero, mirando al futuro, repito, que ni ella es Felipe, ni Andalucía es España. Si de refundación se trata, bien para revivir o bien para pedir la extremaunción, Pedro es el elegido. Que tiren los dados a ver qué sucede. Y si de cerrar la empresa se trata, quedando bien, todos con Patxi. Nadie negará su talante, como tampoco su falta de chispa. Otros lo llaman liderazgo. Una elección trascendente mañana, pero solo se ven esos sentimientos.

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