Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Patria

Durante tres décadas llegamos a aceptar que la violencia en el País Vasco era una especie de castigo divino

Proliferan estos días en los medios de comunicación las lista de lo más del año. En las muchas que se han publicado sobre los libros de 2016 figura siempre, en primer lugar o en uno de los primeros, Patria, de Fernando Aramburu, un vasco de 57 años afincado desde hace ya muchos años en Alemania, donde da clases de español. Por una vez y sin que sirva de precedente estoy de acuerdo con el criterio de los críticos. También por una vez y sin que sirva de precedentes me atrevo a recomendar desde esta página algo tan personal y sujeto a momentos y estados de ánimo como una lectura de ficción. Lo hago porque la novela de Aramburu es un retrato, magistral, de cómo actúan los mecanismos del fascismo en una sociedad cerrada, de cómo se impone el pensamiento único y de cómo se rompen los comportamientos sociales hasta hacer que el terror, la violencia y el desprecio de los derechos más elementales de la persona se conviertan en una parte del paisaje. Relata cómo ese clima que se crea desde la ignominia es capaz de permear para cambiar de forma radical a las personas hasta dejarlas irreconocibles y es también una eficaz defensa del papel regenerador del perdón, lo que no es poca cosa

Patriacuenta la historia de dos familias, fundamentalmente de dos madres, en un pueblo cercano a San Sebastián durante los años de plomo del mal llamado conflicto vasco. En ese ambiente, el odio pudre una amistad forjada durante años y hace que se desplome por el camino de la sinrazón, una sinrazón que lleva al extremo de que el marido de una de ellas es asesinado por el hijo de la otra en nombre de la supuesta liberación del pueblo vasco.

Pero lo que estremece de la novela es que refleja hasta dónde fue capaz de degradarse una colectividad. Eso lo tuvimos todos los españoles al lado durante tres décadas, en las que llegamos a aceptar que la violencia terrorista en el País Vasco era un dato más de la realidad con la que había que convivir, algo así como un inevitable castigo divino. Hasta el asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco no se desató el sentimiento nacional de repugnancia que unos años después provocaría la derrota de la banda. En los años ochenta y noventa con muertos un día sí y otro también, siempre en el mismo bando, nadie parecía querer darse cuenta de la miseria en la que estábamos inmersos. Patria nos pone frente a los fantasmas de un pasado muy reciente. Léala. Aprenderá mucho sobre su propio país y quizás también algo sobre usted mismo.

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