Pedagogía del futuro

Una de las potencias divinas más anheladas por el hombre es la probable habilidad de alterar su tiempo

Una de las potencias divinas más anheladas por el hombre -otras pulsiones, sexuales o tragonas, son muy humanas-, acaso sólo detrás del don creativo, es la improbable habilidad de alterar su tiempo: trasladarse al pasado o irse al futuro. A lo que sea. Al punto que no hay mitología ni religión conocida, que haya desdeñado las artes cosmogónicas o los talentos proféticos. Es un extravío explotado antaño en fábulas tertulianas y hogaño en clave cinéfila o mediática, tal y como evidenció con notable eco, en 2010, un profesor de Princenton, K.A.Appiah, al especular sobre las conductas que hoy vemos naturales pero que dentro de unos años crisparán a nuestros nietos por lo brutos que somos, sin sospecharlo. Él susodicho citaba antecedentes como la esclavitud, la subyugación femenina, etc., que para nuestros abuelos eran usos decentes y hoy escandalizan. Y a partir de tal referencia la duda surge sola: ¿por qué hábitos nos condenarán a nosotros las futuras generaciones? Desde luego no les faltarán motivos de condena, ya por la inoperancia de la ONU ante los genocidios bélicos o migratorios, ya por los paraísos fiscales, por revivificar los egos nacionalistas o burlar los derechos humanos, etc. Añada cada cual los desastres que más le estremezcan, porque el repertorio parece inagotable. Aunque ese tipo de extravíos, como ven, es verdad que nos superan y campan sin posibilidad de incidir en ellos. Así que por apuntar algo concreto y que a mano de cualquiera esté subsanarlo, de lo que no querría yo que me censuraran los míos, es de haber vivido insensible -y porque lo siento, lo escribo- sin haberles ofrecido una esforzada educación precoz. Esa pedagogía de la primera infancia, entre los cero y los cuatro años, activa, digna y que, además, recelo es la clave para superar el resto de males: el bálsamo de fierabrás para todos los vicios sociales. Porque me parece arcaico que -más allá de la guardería próvida, y carísima, para pudientes- aún no existan al alcance de todos, programas asequibles de estimulación educativa, para eso que maestros como S.Suzuki, JA Marina llaman la educación del talento, pero desde los primeros latidos de vida, que es cuando se modela la mente y la capacidad básica de las criaturas. Por eso cuando juego a ponerme en las neuronas de mis nietos, malicio que la barbarie educativa en la que vivimos, les dará pena, mucha pena, por lo obtusos que éramos, que somos.

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