Perder el hilo

Perder el hilo no solo es algo sencillo y natural, sin más alcance que el de un despiste pasajero

Perder el hilo viene a ser una forma de despiste que aceptamos con naturalidad aunque la expliquen intrincados procesos cerebrales. Dicen los psicólogos que así ocurre cuando descarrila el tren del pensamiento, pero todavía peor será que ese tren vaya vacío. La razón es esta: las ideas, tenidas en el pensamiento y puestas a la vez en las palabras, están unidas unas a otras a manera de vagones de un tren. Por lo que una distracción hace que salga de la vía el tren del pensamiento y, como efecto, perdemos el hilo de la conversación, de lo que estábamos a punto de decir. De modo que el tren descarrilla porque el cerebro, y ya se entra en sus nerviosos dominios, activa un sistema de frenado similar al que nos hace quedar paralizados ante un sobresalto, como un sonido estruendoso mientras caminamos por la calle. Desacelerado o quieto el movimiento, el cerebro revisa el curso de las cosas para hacernos tomar una decisión más adecuada a lo imprevisto. Luego afirman los científicos, como idea nueva y con distintas posibilidades, que los procesos con que el cerebro detiene lo que hacemos pueden explicar asimismo la interrupción y el borrado de nuestros pensamientos, por distracciones ante lo inesperado.

Además, en ello también advierten una adaptación evolutiva porque ay de nuestros remotos antepasados si, abstraídos en sus pensamientos, no hubieran caído en los potenciales peligros de lo que se anunciaba de forma inesperada: un animal peligroso tras un crujido de ramas. De tal suerte que los mortales prehistóricos, ensimismados -también los habría incluso con su rudo primitivismo-, podían acabar su días entre las fauces de los animales salvajes, con menos posibilidades de transmitir sus genes a las generaciones siguientes que aquellos otros ancestros en los que el cerebro detenía a la vez sus movimientos y pensamientos para hacer frente a lo imprevisto o a la sorpresa. Y, de ahí, que ese "frenado" resulte una estrategia de supervivencia que persiste hasta nuestros días como ganancia evolutiva. Todavía más, un modo de templar la hiperactividad ya que esta enfermedad hace difícil con-centrar la atención y algo tendrá que ver con ello la parte del cerebro que decide parar simultáneamente las acciones y el pensamiento. E incluso de interrumpir los recuerdos no deseados, que se hacen obsesivos en algunas patologías. Con lo sencillo y natural que parecía perder el hilo sin más alcance que el de un despiste pasajero.

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