Pinazo

Pinazo es un artista fundamental pese a sus desvaríos, desigualdades y cambios de rumbo

Está de más, en un espacio tan corto como esta columna, contar los esfuerzos necesarios para conseguir hacer recalar una exposición antológica como "El desnudo en la obra de Pinazo" en la ciudad de Almería, que, dicho sea de paso, no han sido pocos, por lo que dedicaré esta reflexión semanal a argumentar la importancia de Pinazo en la historia del arte moderno español. Recuerdo que en mis inicios como pintor tuve una enorme influencia por aquellos pequeños desnudos suyos, abocetados y sensuales, que yo estudiaba con devoción en mis primeras visitas al Casón del Buen Retiro madrileño. Aquellas criaturas, mitad ángel y mitad provocación erótica, cautivaron mi atención como antes había hecho el mismísimo Giovanni Boldini, con el que tienen no pocas coincidencias. Recuerdo también la impresión que me produjo el monumental lienzo de Jaime I en su lecho de muerte la primera vez que me enfrenté con él en directo. La libertad y precisión técnicas eran igual de asombrosas que el efecto ultrareal de la escena, casi mágico, velazqueño y venerable. Lo mismo me sucedió con Las hijas del Cid. Entre El Testamento de Isabel La Católica de Rosales y la obra del Sorolla maduro no hay nada comparable a esos dos cuadros en todo el XIX español, por el riesgo y por el avance que supusieron en la pintura pura y dura, que se eleva pese a una temática más o menos anecdótica y decadente como la histórica, en el contexto académico patrio. Años después contemplé en directo los Pinazos del museo de Valencia y recuerdo la impresión que me produjeron algunos retratos -y autorretratos- y unas rosas maravillosas, leves y poéticas, pintadas como una sugerencia delicadísima. Desde entonces, y pese a mi rendida admiración por Sorolla, cumbre de la escuela valenciana, Pinazo me ha acompañado siempre, ocupando su hueco destacado e inamovible. Pinazo es un artista fundamental pese a sus desvaríos, desigualdades y cambios de rumbo -y hasta de carácter- en la forja de la pintura española moderna. Su factura abocetada y en ocasiones nerviosa, y su obcecación por otorgarle estatus de acabado definitivo, influyeron decisivamente en la aparición de artistas tan personales como el mencionado Sorolla. Algunos de sus retratos cuentan entre lo mejor de la historia de nuestra pintura y acaso sea el desnudo el género en el que más se acercó a nuestra sensibilidad actual, incluso desde los primeros dibujos-academias, tan sorprendentes en el contexto de convencionalidad tan caro al género en el momento en que se realizaron. Merece la pena ver todo esto en directo; es una oportunidad histórica sin precedentes para la ciudad de Almería.

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