Pobre goya

El omnipresente cine no representa hoy -y no me refiero sólo al español, el techo del arte y la cultura

No es la primera vez que diserto sobre la cuestión, pero creo necesario incidir -precisamente ahora- de nuevo en ella. Me parece inoportuno y oportunista que el cine patrio denomine a sus premios con el nombre del pintor español más importante de la Edad Moderna. Goya es uno de nuestros techos culturales -y por extensión de la historia de la humanidad- y el cine no hace sino intentar prestigiarse a costa de apropiarse de su nombre. Cultural e intelectualmente, Goya es un hito tan enorme en lo universal, que no merece ni una pizca que su nombre y legado se trivialicen, frivolicen o acaparen interesadamente por colectivos, sean de la cultura o no, que no están a su altura. Si el cine buscaba un nombre de peso para prestigiar sus premios podía haber hurgado en su propio ámbito, denominándolos, por ejemplo, "Buñuel"; hubiera sido más procedente y apropiado. El caso es que este gremio de profesionales, vistos como un conjunto, da la impresión de que se arrogan a sí mismos la condición de ser grandes emblemas de la cultura; será porque, como industria, mueven muchísimo dinero, y porque se les ríe la gracia, desde muchos espacios mediáticos y de poder, de una forma excesiva y continuada. El omnipresente cine no representa hoy -y no me refiero solo al español, sino en general- el techo de la creación, del pensamiento, del arte y la cultura. Hubo un tiempo en el que grandes y talentosos directores, con cierta frecuencia y medios escasos, elevaron sus creaciones a la altura de los grandes productos de la cultura universal, pero ahora, desgraciadamente, queda bien poco de eso. El cine, salvando honrosas excepciones, es hoy una industria para el ocio de masas y un lobby de enorme poderío económico, inmerso la dinámica del mercado capitalista, que cuenta con unos grandes medios de producción y cuyos profesionales copan, especialmente los actores, importantes esferas del poder mediático. En este contexto, resulta grotesco e insultante que aquellos que pasean sus egos y vanidades por la alfombra de premios y saraos endogámicos -en alarde de ostentoso y esperpéntico escaparate- quieran convencernos de que son grandes artistas o creadores, la flor y nata de la cultura universal, y, encima, se quieran apropiar del prestigio de iconos del genio humano como Francisco de Goya.

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