E L Partido Socialista ha entrado en un bucle tan complejo del que le va a ser muy difícil salir. El espectáculo dado a nivel nacional en los últimos meses ha calado tan profundamente entre los militantes y votantes, que superar este proceso de deterioro y ruptura tendrá tal travesía del desierto que muchos de los que hoy están no llegarán a ver la tierra prometida de la normalidad y la coherencia recuperada.

Tal es el grado de división en el que se mueven que la diatriba se ha trasladado, cual reguero de pólvora, a las agrupaciones locales y provinciales. Lejos de trabajar por la normalidad, unos y otros se afanan en despellejar al contrario, tratando de quedarse con los restos putrefactos de un cadáver, que ni siquiera llegará a los postres.

El no o la abstención a Mariano Rajoy ha sido aprovechado, por ejemplo en la agrupación socialista de la capital, para recuperar las viejas rencillas, las luchas intestinas y la guerra subterránea, siempre subyacente aunque dormida, que espera cualquier exabrupto o comentario para aflorar, como la mala hierba cuando riegas la tierra.

Ver como unos y otros se despedazan, amparados en la salud democrática que es la pluralidad, me provoca tristeza, gran decepción y hasta una sonrisa malévola si quiero verlo en positivo. Con buenas palabras, mejores escritos y el mayor de los cinismo, unos y otros, los que están y los que quieren echarlos para ponerse ellos, han desenterrado el hacha de guerra cuando no toca, en un tema que a ellos les pilla lejos, pero que supone un argumento de peso para abrir una brecha en un mar calmado pese a las tormentas, sereno en el núcleo del ciclón y muy lejos de la verdadera batalla, que se librará en el Congreso Provincial y local, a celebrar en cascada tras el próximo cónclave nacional.

Visto desde la distancia y con la experiencia que me ofrece haber vivido otras guerras similares, de igual calado, observo la brecha que existe entre los militantes de base, todavía pese a tanta decepción ilusionados con un proyecto de izquierdas, frente a los que han llegado y obtenido un cargo en la administración, capaces de vender a su propio padre sin con ello lo conservan. Y es que muchos de ellos no tienen otra forma de vida que no sea la política. Eso sí, si los estudias con detalle, compruebas la inexperiencia, la vida laboral de funcionario que ejercen, la escasa preparación y el adocenamiento permanente hacia las tesis que emanan desde arriba, sin pensar siquiera en lo que están haciendo. Aquí, lamentablemente, lo que está en juego es su supervivencia personal. Lo demás le importa cuarto y mitad o sólo cuarto, vaya usted a saber, muy lejos de ideas, de creencias o de ilusión por cambiar el establishment existente, en favor de una nueva forma de hacer más solidaria, más social y más humana.

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