El segundo café

Álvaro De La Haza

Prejubilados

NVuelve el fenómeno de las prejubilaciones a algunas empresas españolas. O sea, que hay que reorganizarse en tiempos difíciles y se manda a casa a los empleados que superan cierta edad. Lo que empezó siendo un ligero adelanto a modo de reconocimiento o premio, se ha desmadrado y el listón ha bajado hasta los 49 años. El asunto no pasa ni el primer filtro del sentido común.

La esperanza de vida aumenta y es muy frecuente ya encontrar octogenarios ágiles y lúcidos. Nos habían empezado a contar que por ello la edad de jubilación se desplazaría más allá de los 65 años y el puzzle encajaba (para disgusto de muchos, pero encajaba). En éstas que resucita el invento y algunos siguen creyendo haber demostrado que las prejubilaciones son rentables. En mi opinión, ésta es una brutal ineficiencia del sistema. Se está emparedando el talento, el conocimiento y la experiencia de muchos miles de personas. Y además, se hace mediante injustísima tabla rasa, discriminando sólo por edad. De este modo, los que prefieren no trabajar, encantados; los que quisieran seguir, frustrados.

Las prejubilaciones así entendidas pueden traer otros efectos perversos porque el desequilibrio se retroalimenta. En los sectores afectados, los jóvenes verán pelar las barbas del vecino y actuarán en consecuencia. Habrá que escalar rápido y hacer caja pronto y los ejecutivos se centrarán más aún en el corto plazo. Será más complicado asegurar que suficientes personas solventes miren por la sostenibilidad de la empresa a largo plazo.

Por otro lado, y como realidad social, hay riesgo grave de que los millares de afectados tengan problemas serios por estar media vida demasiados ocupados (ansiedad, ausencia de vida familiar, envejecimiento prematuro) y/o por estar la otra media vida demasiado desocupados (depresión, falta de autorrealización o, simplemente, aburrimiento que no es un mal pequeño).

Hay montado todo un argumentario que podría oponerse a lo que les he contado -por ejemplo: los veteranos no se adaptan; es menos costoso prejubilar que reciclar; la sociedad prima la juventud y hay que adaptarse a esta realidad…-. Ahora bien, una cosa es que evitar las prejubilaciones sea difícil y otra muy diferente es que este fenónemo sea lógico o deseable. Aquí hay deberes para todos: los empleados deben reinventarse, adaptándose a los tiempos para mantener su empleabilidad; las empresas tienen que velar por el reciclaje de los más veteranos y hacerlo preventivamente (antes de que los empleados queden desfasados y sea demasiado tarde); y la Administración debería impulsar este círculo virtuoso.

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