El segundo café

Álvaro De La Haza

Profunda e inexistente

COMO saben, el domingo pasado Javier Marías fue nombrado miembro de la Real Academia Española. Entre las desgraciadas y aberrantes noticias de los últimos días, por fin algo sensato e interesante. No conozco a este escritor, salvo por sus libros y artículos, pero me alegró mucho la designación.

Con el tiempo, entre el novelista y el lector se va configurando una relación que es profunda e inexistente al mismo tiempo. De esta manera la ficción continúa más allá de las páginas y quien lee se forma una imagen de quien escribe, y, probablemente, viceversa. Así se produce la rareza: uno se alegra (y bastante) de los éxitos de quien no ha visto en su vida.

Del protagonista de hoy aprecio su capacidad para desmenuzar los grandes asuntos con profundidad y firmeza, sin menoscabo de un estilo sereno y, a ratos, exquisito.

Por extrañas conexiones mentales, al leerle recuerdo aquello que me decían en el bachillerato: "puede usted decir lo que quiera, siempre que esté bien sentado". Frente a los revolucionarios de salón, Javier Marías practica la innovación y la independencia y lo hace sin necesidad de causar escándalo o amargura. Al contrario, en toda su obra surge inevitable el sentido del humor, mezcla de la gracia sobria de Madrid y de la mítica flema británica (no en vano, el autor fue profesor en Oxford durante varios años).

No puede pasar desapercibida tampoco la actividad de Javier Marías como brillante columnista. En este campo, destaca la elegancia con la que trata las situaciones más corrientes y cotidianas. Ahí, en el terreno de la no ficción, se le ve aún más arriesgado y polémico. Yo le sigo en EPS y aunque algunos domingos reniego de sus posiciones (unas veces porque su enfoque me resulta parcial, otras porque lo juzgo exagerado), pienso que su artículo sólo paga toda la revista (que, por lo demás, me gusta bastante).

La obra de Marías me sugiere valores y actitudes que resultan muy deseables. Así, necesitamos poder discutir con el vecino sin tener que convencerle ni, en su defecto, cabrearnos con él. Necesitamos reconocer sin complejos -y desde la escuela- que lo intelectual es sinónimo de lo divertido y no al contrario. (Pensemos qué clase de personas y con qué bajas intenciones han querido asimilar los libros al aburrimiento).

El pensamiento libre fluye mejor a través de la serenidad y del humor. La Real Academia ha decidido que Javier Marías sea aún más protagonista de la cultura del país y de la evolución del lenguaje. Desde nuestra relación profunda e inexistente, le doy la enhorabuena por eso.

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