Luz de cobre

Antonio Lao

Proyectos de papel

LOS proyectos son sólo eso, proyectos, cuando están sobre el papel y se confirman cuando las máquinas provocan ventiscas de polvo al remover la tierra. En la sociedad que nos ha tocado vivir, acelerada, protagonista, sumergida en la vorágine de la prisa, partida por la inmediatez y derrotada cuando no participas del proyecto mediático, trabajas para satisfacer egos personales, ambiciones desmedidas o protagonismos efímeros, en los que un corte de voz en la radio, una imagen en televisión o una fotografía en un periódico se nos antoja como una especie de maná salvador, un bálsamo de Fierabrás que todo lo cura o un halo de vida para ofrecer a tu jefe inmediato carnaza mediática que te sostenga en el altar unos meses, unos años o una legislatura.

Sirva esta introducción para adentrarnos en el gran número de proyectos con los que cada día nos deleitan aquellos que nos gobiernan y que luego, sin saber muy bien porqué, se sumergen en un baúl o se eternizan en un interminable proceso administrativo de anteproyectos, informes de impacto, licitaciones, ofertas o adjudicaciones. Un interminable rosario que nos lleva a ninguna parte en muchas ocasiones y que, en algunas, hasta nos permite encontrar transcurrido el tiempo a los obreros trabajando y al cabo de unos meses, en la mayoría de las ocasiones años, en un acto protocolario con tambores y fanfarrias de inauguración. Y si cerca hay unas elecciones, mejor que mejor.

Esta provincia, última para casi todas las cosas y acostumbrada a crecer sin ayudas, ha sido capaz, una vez y otra también, de emerger de sus cenizas y de crear riqueza donde parecía no la había. Acompañados sólo en ocasiones por las administraciones nos hemos alejado de la cultura de la reivindicación, que podría ser una opción, para adentrarnos en la cultura de la innovación, del desarrollo sostenible y de reinventarnos a nosotros mismos para ser, por ejemplo, el motor de la economía andaluza y pilar de la agricultura nacional.

Sobre el papel siguen proyectos tan necesarios como un tren que nos conecte en pocas horas con Madrid o Barcelona, un avión con Sevilla, el soterramiento de las vías del tren o un plan de agua que, de verdad, sea capaz de evitar el esquilmamiento permanente de los acuíferos y nos aleje de mirar al cielo en otoño o primavera para saber si sembramos o no, o si pagaremos la hora de agua como si fuera un barril de petróleo.

Y es que las administraciones siguen empeñadas en el olvido como terapia y medicina de una provincia, en la que un pasito adelante en materia de infraestructuras es vendida como un enorme logro, cuando lo que se ha ofrecido es, ni más ni menos, que lo que nos corresponde.

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