El muro de la rambla

Pedro Asensio

Recibir para dar

LEJOS de connotaciones religiosas de mayor o menor compromiso o afinidad, es indudable que la Iglesia, a través de sus diversas instituciones sin ánimo de lucro, despliega una labor social que afecta y beneficia a quien más lo necesita, y que, en todos los casos, supone un ahorro económico muy considerable al conjunto del Sector Público. Por esta razón, mi mayor respeto y admiración hacia la gran contribución que realiza la Iglesia Católica en favor de iniciativas de naturaleza benéfica, asistencial, preventiva, sanitaria o educativa.

Se puede ser agnóstico o ateo; se puede profesar cualquier otra religión; se puede mostrar mayor o menor discrepancia con algunas decisiones que adopta la jerarquía eclesiástica (no confundir con la Iglesia, formada por la comunidad de creyentes), pero lo que difícilmente se puede cuestionar es que, desde un punto de vista moral, la financiación de la iglesia, bien la realizada directamente por millones de ciudadanos, bien la que se transfiere por parte del Estado, gracias a nuestro apoyo a en la declaración del IRPF, es una causa tan noble, que desacredita claramente a quienes pretenden confundir a través de disputas políticas, ideológicas e incluso mediáticas.

Quienes se sumergen de lleno en el conocimiento de la actividad desarrollada por organizaciones como Cáritas o Manos Unidas, quienes saben de la desinteresada labor de miles de voluntarios que emplean su tiempo, esfuerzo y compromiso en ayudar a personas desamparadas, inmigrantes, enfermos crónicos, familias enteras que sobreviven bajo ese umbral de la pobreza que no siempre se refleja en los anuarios estadísticos oficiales, no necesitan más palabras para convencerse de la necesidad de trazar una cruz en la casilla del 0,5%.

La cuantificación económica de la transferencia social resulta casi imposible de calcular, porque las contabilidades no incorporan las horas de trabajo y dedicación. La solidaridad es inconmensurable.

En la próxima declaración de la renta, como todos los años, no dudaré ni un instante en trazar una cruz en la casilla de la Iglesia. Tampoco duraré ni un momento en proclamar, una y mil veces, como ahora hago, el carácter humanitario y justo de esta decisión.

Sin minusvalorar o despreciar la importante labor de otras instituciones, sé que esta opción ofrece las garantías suficientes para "dormir" con la tranquilidad que te otorga el dinero bien empleado, y eso, en principio, ya es mucho. Cuando este año, miles de almerienses rubriquen su declaración del IRPF, espero y deseo que no olviden el lema de la campaña: "Recibir para dar".

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