Sit tibi terra levis

Sin esa supremacía, los dos participan de lo mismo: el rito es ineludible, es de lo más humano

No hace mucho que en el entierro de un conocido se realizó lo que ya viene siendo muy habitual. Me refiero a la celebración de un homenaje de despedida a una persona que no participó de la experiencia de trascendencia de la que otros sí que lo hacemos. En resumen: se trataba de realizar un rito de despedida a este ser tan querido. Y es que los seres humanos somos seres rituales por antonomasia. Necesitamos de rituales. Sí, eso que tanto celebramos cuando lo vemos en las relaciones entre el resto de animales del planeta, pero que nos deja un poco acomplejados cuando los actores intervinientes somos los humanos. Pues bien, llegado a ese momento ritual, conocí, por boca de una persona presente que esa despedida "no iba a ser como las misas a los creyentes difuntos, aquello iba en serio". Reconozco que cuando participo de la eucaristía en mi condición de creyente, se suele respirar cierto ambiente de respeto de una enormidad de los presentes desde una posición de increencia. Pero es eso, respeto. Nunca pensé que fuese una presencia desde una no seriedad del momento la de tanta persona en esos actos. Nos pasa con las tradiciones heredadas de nuestros antecesores lo que a la criatura en edad púber en presencia de sus padres: se avergüenza ante terceros, sin saber el porqué. Todos comprendemos al gran pedagogo oriental que hay en el maestro de artes marciales de aquel joven animado a "dar cera, pulir cera", pero todos nos escandalizamos de enseñar teorías sin la conveniente pedagogía… cuando de nuestra escuela occidental se trata. No seré yo quien aplauda la teoría sin su práctica, pero sí que soy el que se parte de la risa con lo fácil que nos tragamos fácilmente una tradición ajena mientras que ponemos a parir aquellas de las que somos herederos. Chesterton es de los pensadores que siempre dejó claro que el ser humano participa de la dimensión trascendente desde que es tal ser humano. Es decir, no es un añadido a su condición humana. Obviamente, se puede estar en total disonancia con este autor, pero ni aquello ni su contrario tienen supremacía el uno sobre el otro. Y sin embargo, sin esa supremacía, los dos participan de lo mismo: el rito es ineludible, es de lo más humano. Lo importante: que se haga desde esa "comunidad de vida" en la que participó esa persona; esa comunidad que será la que encargue de mantenerlo vivo, entre ellos, con un "sit tibi terra levis".

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