The End

Lo cierto es que finalmente la muerte nos iguala a todos. A los andaluces y a los actores también

Debuta la primavera en las copas de los almendros, a ras de suelo en los campos que se tiñen de verde en el camino que me ha devuelto por fin a Almería. Hoy es un día feriado, por lo que me propongo hacer todo aquello que me transmita la sensación verdadera de que estoy perdiendo el tiempo. Dar distancia a las rutinas del día a día y salir a dar una vuelta, sin destino previsible, sin la obligación de llegar a sitio alguno, donde tampoco nadie me espera. Solo el placer de deambular y escribir.

Por las fechas creo que hoy tocaría hablar de Andalucía, pero no lo voy a hacer. Espero se me comprenda. A mí, que sin duda soy un andaluz convencido, culturalmente enamorado de mi tierra, eso sí, desapasionado y sin las estridencias del occidente, y que no dudo en recomendar a quien quiere oírme que, en lo económico, hemos de apuntar hacia el levante, no me llevan a ningún sitio los debates en los que pueden más los sentimientos que tienen que ver con la identidad que las razones del trasfondo. También podría esperarse algún comentario sobre los Oscar, pero tampoco lo voy a hacer. Encuentro en el cine una obra maravillosa, aunque el artificio del evento, de sus protagonistas, los escorzos posados encima de una simple alfombra..., ¡huuuf…!, tamaña impostura no me genera el más mínimo atractivo. Por lo que echo a andar, ensimismado en las cosas que he visto días atrás, en todo lo que está sucediendo(me), para evidenciar que de vez en cuando la verdad simplemente se te revela, de repente, sin mayores argumentos ni razones. Caminar, las manos en los bolsillos, echando un paso delante del otro, con la cabeza escondida entre los hombros, viendo cómo bajo mis pies se deslizan manchadas las baldosas de la Rambla, y el recuerdo de mi padre, asomado sin remedio al abismo de tantos inviernos ya, me ha hecho pensar en cómo la muerte esconde variadas razones en las que quizá no aún no me hubiera detenido los suficiente -sin duda porque vengo de un periodo de inmortalidad-. A veces resulta tan trágica que su presencia nos ahoga; otras veces, abiertamente, somos capaces de considerarla legítima y, en otros muchos casos, se muestra como el remedio piadoso que se desea a fin de dar alivio al dolor que nos hunde. De todo hay. Y tanto como castigo o como regalo, como azar o como decisión, lo cierto es que finalmente la muerte nos iguala a todos. A los andaluces y a los actores también.

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