El URA, puro deporte

Y porque me gusta el deporte puro, me hice socio de la Unión del Rugby Almeriense, del URA, un espectáculo

A style="text-transform:uppercase"> QUIEN no le gusta el deporte puro: el del niño concentrado en sus regateos; el de la tenista tozuda, peleando cada bola desde el fondo de la pista a la red, gozosamente exánime; el del maduro sudoroso sobre una cinta mecánica que a ningún sitio lleva pero que le cauteriza reumas y oxigena hastíos. Y porque me gusta el deporte puro -esa manifestación lúdica de convivencia competitiva y profilaxis psíquica-, me hice socio de la Unión del Rugby Almeriense, del URA, un regalo, un espectáculo para los amantes del puro deporte.

Para quien no lo conozca, el rugby consiste en competir con una pelota ovalada, usando las manos y el pié, acometiendo o defendiendo combinadamente -el orden y la fe en la victoria, también aquí, son la clave-, para avanzar hasta la línea de gol contraria. Su origen se remonta a 1983, cuando en la ciudad inglesa de Rugby, mientras jugaban al fútbol, uno de los chicos cogió la pelota con la mano y corrió a marcar el gol en la portería contraria. Y los demás en vez de cabrearse le imitarían, digo yo, visto cómo proliferó la guasa de aquella pueril transgresión futbolera, hasta convertirse en el deporte popular que es hoy. Pero nada raro es que del quebranto de un rito, brote otro rito fresco, seductor. De hecho los humanos somos tiempo y ritos. Reparen en el tango, que surgió de un descarrío burlesco de la habanera, en algún burdel bonaerense para acabar convertido en la exquisitez de los salones parisinos. También el rugby, que nació de una travesura, acaso sea hoy el deporte competitivo más caballeroso entre los que nos ofrece la parrilla atlética. Un deporte chocante porque su práctica requiere placajes, contacto brusco y agilidad vigorosa en la disputa del balón y a la vez exige inteligencia posicional, gallardía en la zancada y limpieza en la mirada. Valores que el URA honra como nadie: puede que vean a algún equipo sumar más puntos, puede, pero dudo que vean a ningún otro entregarse con un esfuerzo más generoso que el de este colectivo de mocetones, bajo la batuta de Miguel Palanca, Pablo Jiménez y otros patricios del deporte local. Así que mi emoción la convertí en entusiasta asociación para animarles en unos partidos en los que todos los socios del URA ganamos siempre, incluso si no se triunfa en el marcador, porque al final disponemos del tercer tiempo para homenajear a los contrincantes y celebrar, todos al alimón, el gozo del puro deporte.

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