AÚN no he asimilado lo que ocurrió el miércoles por la noche. Yo sabía que, tal y como había transcurrido la temporada, lo normal es que el Keymare Almería fuera carne de la División de Honor B, pero el llegar a la última jornada de liga con opciones de permanencia me hizo pensar y soñar con el milagro. Iluso de mí.

Hoy en día, dejar las cosas para el último momento en cualquier deporte es un suicidio, y más si dependes de terceros resultados para lograr el objetivo, como le sucedió al cuadro almeriense. El Keymare tenía que ganar al Arrate y esperar los pinchazos, por otra parte lógicos, de Algeciras y TEKA ante Ciudad Real y Ademar, respectivamente. El partido en el Florido comenzó muy bien, como se esperaba, pero cuando empezamos a interesarnos por los otros marcadores no pudimos dejar de asombrarnos. El Ciudad Real caía de cinco goles en Algeciras y el TEKA iba todo el rato por debajo en el luminoso, pero no le perdía la cara al partido.

Conforme se acercaba el final de los encuentros, todos asumimos que el Ciudad Real, el mejor club del Mundo, no iba a ser capaz de remontar ante el Algeciras y que, por otra parte, el TEKA obraría el milagro y ganaría su encuentro. Yo no tuve dudas, llegado el momento, y el tiempo me dio la razón. El conjunto cántabro lograba un épico triunfo, in extremis, y mandaba al pozo a Algeciras y Almería, que casualidad.

Porque hay un dicho que dice "piensa mal y acertarás", y a mí me ha dado por pensar mal. ¿Qué le interesa más al Ademar de León? ¿Un viaje maratoniano al Sur de España, con 12 horas de autobús, o un viaje más cercano a Santander? Yo lo tengo claro. Y además, se da la circunstancia de que Algeciras y Keymare son los dos clubes que sobraban por motivos evidentes. Uno por su crisis financiera y el otro porque su masa social está muy por debajo de la categoría. Como dice una canción del gran Rosendo Mercado, "veo, veo... mamoneo".