A la espera de que se puedan probar los cargos contra él y su equipo pretoriano en la Federación Española de Fútbol, su presidente, Ángel María Villar, se va a quedar sin veraneo, y una parte del mismo lo pasará "a la sombra". Villar ya apuntaba maneras de líder resolutivo y muy ejecutivo en el campo, de los que hacen suyo el "que parezca un accidente", cuando era jugador del Athletic de Bilbao: carecía de verdadera clase, no era débil pero tampoco fuerte. Sin embargo, su entrega y orden táctico, su papel de destructor sin ser un tuercebotas y, sin duda, su inteligencia para hacerse necesario y hasta jefe en un equipo entonces puntero lo convirtieron en un futbolista muy valioso. El puñetazo bajo cuerda que le propinó en el césped al indescriptible Johann Cruyff -su antípoda con en su concepción del fútbol-, es un símbolo válido de su claridad de ideas para conseguir el fin con los recursos disponibles. Sabía expresarse y se licenció en Derecho dos años antes de colgar las botas. Futbolista universitario; algo que en aquel tiempo -justo tras la muerte de Franco- era tan bizarro como decir guardia civil gitano (y disculpen la incorrección los ayatolás posclericales del tuit y el comment).

Se les imputan a Villar, su hijo Gorka y dos directivos de la Federación cuatro delitos. Más allá de su tipificación, el trasfondo del asunto es la corrupción que va implícita, como una bomba de relojería, en los cargos que se perpetúan. La limitación de los mandatos tiene su lógica de puro higiene y prevención. Quien se monta en una bicicleta ajena -una empresa, un gobierno, una federación deportiva- durante mucho tiempo acabará por creer que la bici es suya. Se sentirá salvador y rey imprescindible, y de hecho creará los resortes que lo conviertan en eso, en imprescindible. O blindado. Conjúguese ese rasgo tan humano, que tiene algo de zoológico, con el dictum de Lord Acton -"El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente"-, y tendremos a los reyezuelos vitalicios, siempre tendentes a la autocracia y a hacer de la organización algo al servicio de su desarrollo y prosperidad personal, y no al contrario, como debieran y fingen. Únase a esto la paradoja de que cuanto más tiempo está el rey postizo en su puesto, más eficazmente desarrolla sus funciones. Pero el mero tiempo corrompe, es natural. Le sucede a la fruta, a la inocencia o a la belleza. Aun más en cargos donde orbitan tremendas fortunas, "flores temblorosas por dejarse comer", con permiso de Kiko Veneno. Nombre artístico cuyo apellido viene que ni al pelo.

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