La otra mirada

Ruth García Orozco

Voconia Avita

HACE poco he tenido el placer de estar en Cela, lugar de nuestra provincia que me parece hermoso y especial. Se respira una paz y emana de esa tierra una energía que parece señalarla como un sitio mágico, de los que la raza humana ha sabido identificar desde tiempos ignotos y alrededor del cual se han venido sucediendo las civilizaciones de forma casi ininterrumpida desde la noche de los tiempos. La estrella son sus aguas termales, ese milagro que por capricho de la naturaleza brota ininterrumpidamente y que regala a los que se acercan la oportunidad de sumergirse en ellas para regenerar nuestra maltrecha salud y recuperar fuerzas. Y, en esta ocasión, centré mi atención en la hermosa placa de mármol blanco de Macael, fiel reproducción de la lápida de Voconia Avita, grabada en lengua latina a finales del siglo I d.C. que podemos ver en nuestro Museo Arqueológico. Supe entonces que la generosidad de la familia de don Manuel Aynat, entre quienes cuento con grandes amigos, había recuperado para su pueblo y su historia la memoria de una mujer, Voconia Avita, que en aquellos tiempos construyó las termas, las donó al pueblo y depositó además una importante suma de dinero para su mantenimiento perpetuo.

No es raro que las mujeres y el agua estén en permanente asociación. De los cuatro elementos, agua y tierra son los femeninos, y el agua simboliza el arquetipo de los sentimientos y emociones, como sabemos todos de qué manera estos a veces se nos desbordan en forma de lágrimas. Me pareció pues hermosa la historia de una benefactora que quiso que ese regalo de la naturaleza, esas aguas sagradas y mágicas, habitadas por ninfas y ondinas, pudiesen ser disfrutadas por su pueblo, tan cerca de Lúcar, que en latín significa "bosque sagrado". Pude observar que desde mi última visita se había introducido un elemento nuevo, una especie de caseta que, anclada en el fondo del estanque, sirve para proteger a los bañistas del frío al salir de las aguas, pero vi con cierta preocupación que esta idea tan positiva en un principio y pensada para hacer más agradable el uso de los baños está afectando de forma negativa el delicado equilibrio de ese ecosistema, y ya existía preocupación entre los vecinos. No pude llamar a mi amigo Jose Antonio, alcalde de Lúcar, aunque estoy segura de que él ya se ha dado cuenta y que pondrá los medios para evitar que se produzca ningún daño, ya que conozco su profundo amor por estas aguas que él me descubrió. debemos procurar que este regalo de los dioses siga intacto y que así doña Voconia pueda descansar en paz y los habitantes de Cela y todos los que se acerquen a disfrutar de sus aguas sigan haciéndolo siempre.

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