Sin sorpresas y sin despertar ningún tipo de emoción el 'show' de Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados cumplió su guión y concluyó con ese final escrito que podría recordar al mismísimo García Márquez al ser la crónica de una muerte anunciada. Salvando la distancia con esa joya literaria, lo cierto es que la moción de censura ha puesto en evidencia el fracaso de Iglesias, como candidato alternativo al gobierno, tras 16 horas de debate, al ser ésta rechazada por 170 votos frente a 82.

Cómo bien le dijo el presidente Rajoy cuando uno está en los cálculos políticos y en la búsqueda de la apertura del informativo diario es cuando uno siempre pierde. Quizá ese celo de acaparar la información le haya pasado factura con un debate que, al contrario de lo que perseguía Podemos, ha reforzado al gobierno con el afianzamiento del presidente Rajoy, el cual ha salido indemne.

Y es que esta moción de censura, que muchos han calificado de histórica por ser la tercera de nuestra aún joven democracia, ha vuelto a ser una oportunidad para que podamos reflexionar y comprobar que es Rajoy quién tiene un proyecto serio para España, liderazgo y equipo para seguir llevando a este país por la senda de crecimiento económico y de empleo. Asimismo ha servido para entender que quienes vienen con historias artificiales y castillos en el aire tienen el recorrido que tienen.

A más de uno le he escuchado, durante el fin de semana, defender como conclusión de este episodio parlamentario que es España la que sale reforzada en su estabilidad con el respaldo al Gobierno del PP que es el mismo que ha hecho que seamos el país que ha liderado el crecimiento económico y empleo de Europa, recuperando 2 de cada 3 empleos destruidos durante la crisis y logrado que hoy haya 2 millones menos de parados. Esos son los datos positivos que avalan.

El refrán de 'mucho ruido y pocas nueces' podría resumir el sentido de esta moción que deja al líder de Podemos 'tocado' y con pocos apoyo ante un discurso populista y denso lleno de reproches o con propuestas tan vacías que, una a una, se fueron diluyendo como azucarillos en el café.

La evidencia siempre está ahí para dar y quitar razones, cuando uno no tiene un proyecto de país ocurre lo inevitable que se pierden las elecciones, no se consiguen los 'zarpazos', se resta credibilidad y se pierden mociones de censura. Hemos sido testigos de que la política seria siempre gana a debates estériles y que, a veces, el dardo más envenenado siempre puede volver como un bumerán. Y si no que se lo digan a Pablo Iglesias, ya que fue él quien acabó censurado para muchos mientras que Rajoy salió victorioso tras superar la que convertiría en una moción de confianza.

Es la victoria de la política seria frente al debate estéril, esa es la lección que aprendo de Rafa Hernando en una semana donde el almanaque ha recordado la importancia del sistema democrático y el deber de todos a preservarlo. 40 años o cuatro décadas dónde España ha vivido su mayor transformación y cuyos inicios estuvieron en esas primeras elecciones democráticas que nos permitió decidir nuestro gobierno un 15 de junio de 1977. Ese momento histórico, que fue un paso decidido en la consolidación de la democracia, debe ser hoy el espíritu que nos lleve a reivindicar la política con mayúsculas y de altura de miras para alejar de ella a aquellos que buscan ser más la portada de un periódico o informativo que el que ayude a sus vecinos a hacer de su ciudad un lugar mejor. La política es mucho más que gestos, fotos o críticas desmesuradas. Es el instrumento que permita atender la demanda del ciudadano.

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