Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La brecha

El autogobierno hace aguas por donde más duele: no ha sido capaz de sacar a Andalucía del furgón de cola

Responsabilizar al franquismo de que los chavales andaluces de la segunda década del siglo XXI estén a la cola en conocimiento y a la cabeza del fracaso escolar, como hizo la semana pasada la consejera de Educación de la Junta, no sólo suena a justificación barata e improvisada sobre la marcha, sino que además lo es. Y es algo más grave, el reconocimiento del fracaso de tres décadas largas de gobierno autonómico en los que supone que la educación era, junto con la sanidad, la estrella de una política que nos debería haber acercado a la media de bienestar del conjunto del país y de nuestros vecinos de la Unión Europea. Los datos del informe PISA han vuelto a poner en primer plano que el autogobierno hace aguas por donde más duele: no ha sido capaz de sacar a Andalucía del furgón de cola, lo cual nos llevaría a plantearnos muchas cosas.

Lo anterior no puede desenfocar que Andalucía, como el resto de España, ha experimentado durante las tres últimas décadas una transformación tremenda: la calidad de vida en los pueblos por la mejora de infraestructuras de todo tipo, la comunicaciones, la calidad, con todos sus problemas de la sanidad pública, o el hecho de que sus dos principales ciudades estén comunicadas por alta velocidad con la capital del país son sólo algunos ejemplos de una lista mucho más larga. Tampoco se puede olvidar el pasado porque es una parte sustantiva del análisis del presente y en nuestro caso tiene un peso que no conviene despreciar. Andalucía es una región condenada desde finales del siglo XIX a ser una sociedad agraria y a proporcionar mano de obra barata a los grandes centros industriales que se localizaron en torno a Barcelona, Bilbao y Madrid. Este modelo no surge por casualidad, lo hace porque así se favorece desde un poder político centralizado que incluso corta los incipientes procesos de industrialización de Málaga y Sevilla. El franquismo no hace sino acentuar ese proceso hasta el punto de que muchas zonas de la región quedan despobladas por la emigración masiva.

Claro que Andalucía partía al final de la dictadura de unas condiciones mucho peores que el resto de España para impulsarse y salir del subdesarrollo. No tenerlo en cuenta es ignorar la Historia. El problema no es ése y reducirlo a esos términos es querer cerrar los ojos. El problema es la persistencia de una situación que nos condena y que no se hayan cambiado las condiciones aunque hayamos tenido en nuestras manos gestión política y recursos económicos. Si lo hemos hecho peor que otros no es por culpa de la Historia; es por culpa del presente.

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