NI FLORES

Pablo Martínez-Salanova Peralta / Pmartinez@elalmeria.es

Cuando callan las trompetas

Siempre me ha llamado la atención el tipo de aficionado que ama con pasión un equipo de fútbol, pero que es incapaz de verlo jugar. Apagar el televisor antes de que te dé un ataque al corazón es una sana costumbre que recomiendo a todo el mundo. Se pasa mal, pero son menos los sobresaltos. Hay muchas maneras de saber el resultado sin tener que llevarse las manos a la cabeza cada dos minutos. Está el método clásico, el del que una vez terminado el partido pone la radio o el teletexto (aunque a veces la eterna búsqueda del numerito en cuestión puede acarrear grandes momentos de tensión). También está la técnica naveriana, que consiste en agenciarte un colega que te llame con cada gol de tu equipo. Seguir los partidos en Internet es otra buena manera de mitigar los nervios. Es posible que no haya nada menos emocionante que leer en la pantalla un "UUUUUUUYYYYYYY. Raúl al palo".

En mis tiempos de aficionado, yo también usé la técnica del avestruz. Desconectaba, y si luego había un buen resultado, las trompetas de edificios cercanos me darían una alegría, o no. Gracias a las trompetas pude ver en directo el único partido de fútbol con el que creo que podría disfrutar cualquiera. Eliminatoria de Copa entre el Barcelona y el Atlético. 5-4 resultado final. Apagué la tele con el 0-3. Pero un par de trompetazos después me animé a encenderla de nuevo. El miércoles con la Champions me pasó algo parecido. Abandoné al Barça con 1-0 llegando al descuento. Por la calle, minutos después, tronaron las trompetas. "Vaya, al final han conseguido el empate", pensé. Mi método no es infalible. Después de todo, siempre hay algún madridista suelto.

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