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La tapia del manicomio

El cementerio marino

De todas formas, si al final se le calma a Mariano el gusanillo convocador, no será por el PSOE

La primera estrofa de "El cementerio marino" de Paul Valéry incluye el famoso verso "La mer, la mer, toujours recommencée", que nos ha venido a las mientes al oír el viernes pasado las declaraciones del portavoz del Consejo de Ministros (que no es Rafael Hernando), en las que dijo que no se van a anticipar las elecciones. También nos acordamos de que Mariano Rajoy, poco antes de convocar las últimas con más de tres años de adelanto, también dijo que no era su intención hacerlo. Como de los escaldados salen los avisados, nos tememos que antes de que se santigüe un cura loco estaremos en las mismas: de ahí lo de "recommencée", "autrefois", ya puestos en franchuterías. La verdad es que no era necesario esperar a las declaraciones antedichas, puesto que desde el jueves por la noche ya estábamos mosqueados pensando en el globo que debió coger el Presidente por el zapateo sufrido en las Cortes a cuenta de los estibadores.

¡Qué alegría si nos equivocáramos y pudiéramos rematar la estrofa de Valéry! Que, por si no se acuerdan nuestros lectores, dice: "…qu'un long regard sur ce calme des dieux!". Sí, hijo, sí, para relajarnos mirando al mar estamos. Que no nos llega la camisa al cuerpo del acojono que nos produce recomenzar. De todas formas, si al final se le calma a Mariano el gusanillo convocador, no será por el Psoe, que con sus primarias -o lo que sean- a doble o triple vuelta (una por candidato, de momento) se lo está poniendo fácil. Como dicen que le ponían a Fernando VII las carambolas. O los atunes a Franco, sin ánimo de comparar. ¿Cuándo va a tener una oposición más disgregada y endeble? Desde luego, y aunque nos jorobe, sería tonto si no convocara las elecciones ahora, antes de que se recupere el enemigo. Y por eso estamos con el ánimo por los suelos -la mer, la mer, etcétera-. Las teles y las radios copadas con la publicidad electoral, de pago o gratuita en los medios públicos. Los muros chorreando cola de pegar carteles, los coches con altavoces estridentes (y menos mal que no se entienden), los sondeos y las tertulias, los debates si los hubiere… mejor estaríamos contemplando el mar desde el cementerio de Séte, como Valéry. O ya en la propia tumba, como decía Brassens, refiriéndose a la misma playa, siendo "el eterno veraneante (…) que pasa su muerte en vacaciones".

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