De cine

El fondo de heroísmo deja ver en la superficie el desdén del estado español para con sus soldados en ultramar

Amigos: aunque nunca lo esperaríais de mí, he ido al cine. Los carrozas garbanzeros de mesa de camilla hemos tenido nuestra oportunidad de exaltar nuestro espíritu yendo a ver Los últimos de Filipinas (versión remake donde a la filipina que canta por fin se le ven las tetas). En la sala yo era el más joven así que ya te digo. Huelga decir que es una oportunidad para que se conozca algo de la historia de España porque la historia de España no le interesa a nadie. No huelga decir que es una apuesta fuerte del cine español, donde siempre ancha es Castilla, sobre todo en cuestión de calidad. Los acostumbrados cinéfilos culturófilos fomentadores del cine de aquí (por no decir nacional, español o patrio y así no molestar a los hipster) confunden cualquier cosa que se filme con cultura y aplauden las bazofías más intragables pero en este caso sí hay que aplaudir. 1898 es una buena película. Lejos de las series históricas de telenovela (tipo novela histórica, lo de menos es la historia) 1898 revisita Los últimos de Filipinas (Antonio Román 1945) de forma bastante digna y fidedigna. La película es un repaso de la anterior, (mala, dicen algunos, propia de la época, digo yo) casi fotograma a fotograma, salvo la llegada inicial del destacamento. Repasa y actualiza. En esta película todo es más de ahora, el cura es adicto al opio, la filipina es más procaz, el capitán lleva un perro en brazos a todos sitios y parece afeminado, pero en el fondo narra sin demasiada telenovela los hechos. Los hechos, el sitio de Baler, de moda ahora gracias a esta película y a De Prada (pero a De Prada no se le hace cuenta, como escribe en el ABC). El fondo de heroísmo deja ver en la superficie el desdén del estado español para con sus soldados en ultramar, el cambio del patriotismo por un montón de dinero americano, aprendido de la pérdida de Cuba donde por no venderla se la quedan con desastre bélico incluido. El gobierno español prefirió no tropezar dos veces en la misma piedra, vender Filipinas, que el marrón de la guerrilla independentista se lo comieran los americanos y vender luego los desarrapados soldados que se quedaron sin enterarse de nada como héroes de la pérdida heroica del último bastión español. La realidad, que Filipinas estaba ya perdida (vendida en este caso) y que al gobierno español le importaba tres pepinos los españoles que allí quedaron. Y luego, a hacer películas.

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