Sin comer

El estar 20 días sin comer es más saludable que seguir las indicaciones de una sociedad opulenta y agresiva

Aveces ocurre. Llegas a un bar (el de Puri, obviamente) y encuentras a una persona diferente; un hombre que lleva 20 días sin comer, tan solo con la ingesta de agua, y que te cuenta todo sobre la importancia de la dieta y como eso supone una revolución personal contra la industria farmacéutica y el oscuro mercado de la alimentación, uno al que no se le atribuye negatividad alguna pero que genera más estragos en la salud y en la sociedad de lo que creemos.

Tal como diría el premio nacional de ensayo tiene una resistencia íntima que le ayuda a mantener fuerte su identidad. Entonces esa persona te comenta que no se siente mal por su ayuno voluntario y que, amén de su gran pérdida de peso, su organismo está eliminando toxinas y otros elementos innecesarios. Su visión del mundo no es convencional: cree en la autosuficiencia del ser humano para su propia curación y apuesta por el poder de la inteligencia somática para controlar su organismo. Por otro lado es un experto en la medicina alternativa; considera que la medicina natural y la que respeta la dignidad de los pacientes es más fiable que la medicina química y violenta, llena de grietas de orden industrial y comercial poco favorecedoras para los pacientes.

Su vida es un ejemplo, o mejor dicho es el ejemplo, tal como Diógenes y Sócrates lo fueron en su momento combatiendo la tiranía; y lo es porque predica con el propio ejercicio experimentado en su cuerpo, siendo alquimista y el producto resultante a la vez; aunque también lo es porque la cultura de la alimentación, hoy día, es un mundo lleno de autócratas contra los que él se opone con su paradigma, mostrando que es posible vivir al margen del engaño y la manipulación. Paco, el Paco, comienza su discurso, sobre los 20 días de ayuno, convencido de lo que dice y atisbando una sinceridad poco acostumbrada hoy en día; goza del privilegio de hacer lo que le gusta y de haber construido su circunstancia en torno a su identidad. En realidad es un hombre afortunado, porque cuando ayuna siente en su interior el regocijo propio del místico o del asceta, y del que alcanza la plenitud interior. Definitivamente, no tiene miedo de los prejuicios y se siente libre en el ejercicio del pensamiento. ¿Al margen de nuestra empatía, hay algo más sensato en estos tiempos de mentiras y engaños? ¿Hay algo más saludable que llevar a la práctica aquello en lo que uno cree?

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