Los hechos que les cuento hoy han acontecido en un Ayuntamiento de la provincia, del que vamos a obviar el nombre para evitar bromas innecesarias. El caso es que el alcalde del pueblo acude a celebrar una boda, como otras tantas veces. Hasta aquí, todo normal. Le da al secretario todos los documentos de los contrayentes para que queden reflejados en el registro del Ayuntamiento. Seguimos en la normalidad. Lo raro llega cuando el primer edil echa un vistazo a lo escrito y se encuentra que los nombres y apellidos están cambiados. Eran dos chicos y uno de ellos aparece como Natalia. Sorprendente.
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