La cultura de la tribu

La cultura individual es el progreso intelectual y la de la tribu a lo putrefacto que impide todo avance

En las sociedades más antiguas, sin apenas conocimiento científico, el mito era la forma de explicar el mundo y los fenómenos de la naturaleza. Un relato irracional y fabulado protagonizado por la inteligencia superpoderosa de criaturas imaginadas, los dioses, que crean, dirigen y supervisan todo. La explicación mítica del mundo tranquilizaba a la tribu y permitía a sus gobernantes tenerla bajo control, manipularla y asentar su poder sobre ella. Los mitos han sido siempre, en todo tiempo y lugar, una eficaz herramienta en manos de la élite poderosa. Esta cultura de la tribu perdura en el tiempo mediante la realización sistemática y reiterada de ritos y celebraciones, de tradiciones que crean lazos entre los individuos del grupo y refuerzan los sentimientos de orgullo y superioridad racial. Todos los nacionalismos se nutren del orgullo por pertenecer a una determinada cultura tribal, con sus señas y costumbres propias. La cultura de la tribu es gregaria, de rebaño, y no permite la individualidad, el verso suelto. Los individuos con criterio propio y diferente suelen sufrir persecución por parte de la tribu. Cuando el individuo se desmarca de la tribu, se enfrenta al mundo y aspira a conocerlo, a desentrañarlo, usa la observación directa de la realidad y la razón para otorgarle sentido. Así nace toda ciencia y filosofía. El conocimiento racional, el logos, es lo verdaderamente distintivo del ser humano con respecto a otras especies animales. Estudiando el desarrollo y evolución de las civilizaciones, incluso algunas de las antiguas, se constata el hecho de cómo el avance del conocimiento científico va desplazando paulatinamente al mito, barriéndolo y eliminándolo. Pese a todo, siempre persisten grupos de la sociedad que se resisten a aceptar la nueva verdad, por ser contraria a sus intereses o a sus sentimientos. Estos elementos reaccionarios conforman lo "putrefacto" de la sociedad, que coarta el libre desarrollo de los pueblos. Podemos concluir, por tanto, que la cultura individual representa el progreso intelectual y la cultura de la tribu a lo putrefacto que impide todo avance. La cultura individual proporciona la ciencia y el pensamiento crítico y, por extensión, la ética. Se sientan así las bases de la justicia, los derechos y la democracia. La democracia es una creación de la cultura individual y su racionalismo crítico. Su principal enemigo es la cultura de la tribu.

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