El derecho y el revés

Francisco Jiménez

54 días

MARI Luz salió a la calle a comprar una bolsa de patatas en una tienda al lado de su portal y ya no regresó. Fue el domingo 13 de enero a las cinco de la tarde. Las calles estaban casi desiertas. Tranquilidad, casi aburrimiento de domingo por la tarde interrumpido por la terrible desaparición de una niña de 5 años.

Mari Luz debía estar de vuelta a casa en muy poco tiempo, nada, sólo el rato de ir a la tienda y volver enseguida. Al principio los padres sintieron una leve inquietud por el retraso.

Unos cuantos minutos más tarde, la angustia, como un animal enloquecido, se había apoderado de la casa. Primero pensaron explicaciones sencillas pero después, casi sin darse cuenta, los presagios se volvieron más oscuros.

De pronto, sin saberlo muy bien, ya estaban a la calle, gritando su nombre desesperadamente, preguntando por ella de puerta en puerta.

Los padres pidieron ayuda desesperada a su familia, a sus hermanos, a sus primos, que en un suspiro acudieron al lugar. Muchos vecinos se acercaron también al escuchar tanto alboroto y ya no se separarían de la familia en toda la larga noche.

En el grupo ya muy numeroso alguien recordó una fatídica presencia sospechosa en el barrio. Se hizo el silencio de repente. Juan José, petrificado por el miedo, tuvo un mal presentimiento que lo acompañaría durante los 54 días que duró la búsqueda.

Pronto se hizo de noche.

A las siete y media de la tarde decidieron llamar a la policía. Empezaba un largo calvario, buscar a Mari Luz con el puñal de la desesperanza clavado en el pecho, buscarla sin tregua y negar esa herida, tantos días.

El cadáver apareció el 7 de marzo. Un trabajador del puerto lo avistó a la altura del muelle petrolero y dio aviso a la Guardia Civil que, con una embarcación, lo remolcó hasta el muelle de levante. Los padres se derrumbaron al enterarse de la noticia. La madre, Irene Suárez, sufrió un ataque de ansiedad.

El dolor sentido tras conocer la muerte de su hija no se podía explicar, es como si el alma se desgarrara, explicaría el padre más tarde. "No le deseo ni al asesino de mi hija, los 54 días que me he pasado buscándola", añadió con tremendas palabras.

Tras la detención del presunto asesino, pronto se sabría que aquel individuo no debía estar aquella tarde en la calle. La muerte de Mari Luz Cortés Suárez se podía haber evitado. Con el alma aún desgarrada, Juan José pide responsabilidades al más alto nivel. Nadie puede negarle este derecho.

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