Editorial

Dos elecciones y el futuro de Zapatero

EL Partido Socialista Obrero Español sufrió el pasado domingo la primera derrota electoral políticamente significativa desde que llegó al poder en 2004. Aunque las elecciones municipales de 2007 las ganó en votos el Partido Popular, no supusieron en la práctica una merma de poder real para los socialistas. Anteayer, en Galicia, el PSOE sí perdió unos comicios autonómicos en los que el presidente Zapatero se había implicado personalmente y en los que se juzgaba un Gobierno de coalición socialistas-nacionalistas, muy de su agrado, con tan sólo un mandato a sus espaldas. La derrota del socialista Touriño ha sido nítida, al haber reconquistado el Partido Popular en sólo cuatro años la que fuera fortaleza del centroderecha desde el principio de la autonomía, con una sola excepción, igualmente efímera. También se celebraron el domingo elecciones autonómicas en el País Vasco, adelantadas por el lehendakari Ibarretxe tras el fracaso reiterado de sus planes soberanistas. En este caso, aunque el PNV siguió siendo el partido más votado, se ha producido un cambio notable en la correlación de fuerzas, que abre la posibilidad de que haya al fin un lehendakari no nacionalista en Euskadi: precisamente el socialista Patxi López, que ha llevado a su partido a la probabilidad de sustituir a Ibarretxe al frente del Gobierno vasco si consigue que su investidura sea apoyada por los diputados del Partido Popular y, eventualmente, el del partido de Rosa Díez. Ambas organizaciones parecen dispuestas a cederle sus votos exclusivamente para la investidura, sin garantías de continuidad durante el mandato y sin contrapartidas. Es la oportunidad histórica de situar en Ajuria Enea a un líder constitucionalista y de ideología socialista. Para los socialistas de toda España supone un auténtico triunfo. No obstante, la política es enrevesada y poliédrica: al cerrar el paso en Euskadi a la continuidad del PNV, que ya dura casi treinta años, Patxi López y los suyos aseguran que el grupo vasco en el Congreso pase a la oposición al Gobierno Zapatero, que se vería así forzado a gobernar más en solitario que nunca. Y ello, en el contexto de una profunda y duradera crisis de economía y empleo.

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