En los aledaños

Pablo Laynez / Playnez@elalmeria.es

Las enseñanzas del Olimpismo

Las guerras se paraban en el mundo clásico cuando Grecia, Esparta y Roma organizaban unos Juegos

CADA cuatro años, siempre coincidiendo con los bisiestos, los veranos quedan anestesiados por la llama del olimpismo, que se encendió allá por el 776 antes de Cristo en la antigua polis griega de Olimpia. El mundo clásico, dominado por los Imperios Griego y Romano, hacía un impás en sus conflictos bélicos para competir en unos Juegos en honor a sus dioses mayores. Durante los días que duraban estas competiciones, se producía la ekecheiria o Tregua Olímpica. Esto es, los ejercitos abandonaban sus armas y sus puestos fronterizos, y no se podía romper ese sagrado acuerdo. Y nadie lo hizo nunca, hasta que el emperador romano Teodosio I los abolió en el 393 a.C. Una vez acabados los Juegos, las guerras se reanudaban hasta que el período de las Olimpiadas (los cuatro años que separan cada competición olímpica) daba paso a una nueva edición. Atenas, Esparta y Roma dejaron un importante legado deportivo que Pierre de Frèdy, conocido como el barón de Coubertin, resucitó en 1896, precisamente en la capital de Grecia. De esta manera, el noble francés puso la semilla de los Juegos Olímpicos Modernos, que sólo han dejado de disputarse en tres ocasiones (1916 en el antiguo Imperio Alemán; 1940 en Finlandia; y 1944 en el Reino Unido), aun teniendo ya las sedes elegidas. La I y la II Guerra Mundial fueron las tristes responsables de esto. Más de un siglo después, el Parlamento Europeo pide boicotear la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín. Estados Unidos ya lo hizo durante la Guerra Fría, cuando la URSS invadió Vietnam. Los países del bloque occidental o no participaron en Moscú'80 o compitieron bajo la bandera olímpica. La Unión Soviética y todas las naciones satélites de corte comunista, le devolvieron la moneda en Los Ángeles'84. Sonrojos en la cara de unos y de otros. El deporte perdía su esencia por culpa de la política. Por ello, creo que hay mejores formas de paliar los problemas del Tíbet que desvirtuando los Juegos.

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