El muro de la rambla

Pedro Asensio

Otra forma de pensar

Si el diagnóstico de la crisis económica que padece la agricultura almeriense tiene su origen en un modelo de explotación no competitivo, y nos empecinamos en buscar recetas que pasan exclusivamente por el subsidio más o menos encubierto (establecimiento de precios mínimos, retirada de productos en casos de sobreoferta, subvenciones a las infraestructuras a coste cero), sintiéndolo mucho, hemos de confesar con rotundidad que estamos perdidos.

De acuerdo, la contundencia del lenguaje económico no es compatible con la ambigüedad de la corrección política, pero los hechos son los hechos.

Si por falta de competitividad entendemos que existen miles de productores extranjeros que diariamente logran entrar en los mercados (globales, y no locales, ¿hace falta recordarlo?) con precios notablemente inferiores a los nuestros, a causa de unos factores de explotación mucho más baratos, e insistimos en reclamar la intervención del sector público para financiar la ineficiencia, o sea, la asignación inadecuada de recursos, al final, tarde o temprano, la ley de la oferta y la demanda, nos guste o no, se equilibrará a favor de aquellos agentes económicos más eficientes.

No olvidemos que eficiencia significa producir al menor coste y con el mayor beneficio y, lamentablemente, algunos de nuestros productos tienen serios problemas para ser comercializados. Producir ya no es rentable, dicen algunas organizaciones agrarias.

Si nos centramos en analizar el problema desde una perspectiva coyuntural, y no estructural, la situación irá de mal en peor. Corremos el riesgo de revivir una dolorosa reconversión, como ya ocurriera en otros sectores, en otras zonas, en otros tiempos. Basta releer la historia de Almería, sin ir más lejos.

No quiero ser catastrofista, pero sí prudente y previsor. Nuestro modelo agroindustrial pasa por una transformación gradual hacia aquellos eslabones de la cadena de valor añadido en donde destaquemos, en donde seamos mejores.

En el camino que va desde el invernadero hasta el consumidor final, existen muchas posibilidades de negocio. Los almerienses somos especialistas (muy eficientes) en algunas actividades, demostrando una ventaja comparativa y un mejor posicionamiento frente a los que hora empiezan. Aprovechémonos de esta circunstancia.

Un cambio de actitud (otra forma de pensar), antes que de comportamiento, es lo primero que debería extenderse en todos los ámbitos de la opinión pública almeriense.

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